La lenteja, no siempre ha tenido la buena prensa que se merece. Luis Lovera, médico de Carlos V, aseguraba que producía lepra. Gabriel Alonso ... Herrera (1513) afirmaba de las lentejas que fomentaban la “sangre melancólica” eran malísimas para la epilepsia y se digerían mal. Dioscórides insistía en que eran perjudiciales para la vista, el estómago y el sueño. Y tampoco Galeno era muy partidario. Los franceses, durante un tiempo, las tenían como alimento del ganado, hasta que llegaron las hambrunas de la Revolución Francesa. Ay, el hambre. En el Madrid de la Guerra Civil, cuando los perros eran corderos y los gatos, liebres, las lentejas –las lentejas de Negrín—eran un manjar, como lo eran en el Egipto de los faraones, en todo el Mediterráneo y en el que fue uno de los mejores restaurantes del mundo, La Tour d´Argent. Uno, que es medio armuñés por parte de abuelos paternos y, en consecuencia, lentejero, siempre comprendí que Esaú vendiese su primogenitura por un plato de lentejas, como las que hacen Pauli, Pilar, de Casa Paca, o Rocío Parra, por ejemplo. Lentejas con chorizo, claro. Y aunque soy muy consciente de que vienen días de pavos y turrones, no dejo de pensar en que los italianos celebran con lentejas el fin de año con su famosa cenone.
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Salamanca limita al norte con la Armuña, que es el paraíso de la lenteja, aunque este año haya sido un desastre por la sequía. Un espacio prácticamente llano atravesado por la Vía de la Plata-Camino de Santiago que se domina desde la ermita del Viso, el crucero de Arcediano, y el Castillo del Buen Amor. La Armuña retratada por Ángel Centeno Cabezas y expuesta en el Museo del Comercio, y su lenteja, promocionada estos días en la semana de la legumbre, un género que forma parte del hombre desde la propia existencia de la Humanidad. Hoy, que la Ciencia ha avanzado, la lenteja es un bien y necesario, casi imprescindible. Esa ciencia que la tomó para darle nombre a las lentes, un género que domina nuestra Susana Marcos, Premio Nacional de Investigación 2019, que cierra esta tarde en la Casa de las Conchas la Semana de la Ciencia hablando de “Óptica y Luz, de la astronomía al ojo”. No, las lentejas nunca han producido ceguera y las lentes nos han permitido ver mejor. Las lentes y las lentillas, que vienen a ser las pardinas de las lentejas. Y qué decir de las ruedas lenticulares que Dori Ruano, Roberto Heras o Laudelino Cubino, ente otros, montaron en alguna ocasión.
Vivimos un tiempo en el que con frecuencia se nos dice sin decir que esto son lentejas, que si quieres las tomas y si no las dejas. Me refiero a la política. Aquí estamos siempre esperando a los políticos y sus imposiciones, por eso vivo las elecciones como una fiesta. De la democracia o llámelo como quiera. Contaba Diógenes el Cínico que un ministro del emperador le sugirió que fuese más sumiso y así comería menos lentejas, comida de pobres, entonces, a lo que él le contestó al ministro que si comiese más lentejas no tendría que adular tanto al emperador ni ser tan sumiso. Pero no quería hablar de política, que bastante llevamos ya, sino de nuestra lenteja armuñesa, con sus historias, leyendas, libros y recetas, que ahora que llega el tiempo de los pucheros se me antoja más imprescindible que nunca. Y otro día me ocupo del garbanzo, que no se me enfaden ni los de Pedrosillo ni los de Fuentesaúco.
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