Lo reconozco, soy un entusiasta de las películas de James Bond, pero no de todas las que se han filmado. En mi humilde opinión sostengo ... que el mejor Bond que ha encarnado y encarnará siempre al personaje de Ian Fleming —con permiso de Sir Sean Connery— es Pierce Brosnan. El irlandés le dio un toque extra a la flema inglesa...

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—¿Y Daniel Craig?

—Lo siento, no sé de quién me habla.

Como ustedes recordarán, queridos lectores, hay una película de James Bond titulada «El mañana nunca muere». En esa entrega el villano, llamado Elliot Carver —un magnate de las comunicaciones que posee radios, periódicos y televisiones—, urde un plan para desencadenar una guerra mundial y tener la exclusiva de la noticia. Y hasta aquí el destripamiento.

Ahora está de moda el término de “fake news” para referirse a las noticias falsas. Las noticias falsas son difundidas, nunca se sabe muy bien por quién, para atacar a colectivos o deslegitimar ideas. Son bulos que corren por internet y que no han pasado ningún tipo de control editorial. Pero cuando ustedes compran un periódico o ven las noticias en la televisión asumen que ese contenido es veraz. Aceptan que les están transmitiendo la noticia con honestidad. Con el código deontológico del periodista en la mano, así tendría que ser. Tendría.

Durante las últimas semanas estoy siendo testigo —y ustedes conmigo— del más salvaje putaísmo del noble oficio periodístico. Se dice el pecado pero no el nombre de la adúltera, aunque ya sabrán ustedes a qué secta pertenece. En este tiempo los medios —pues no es patrimonio de uno solo— han hecho desfilar una serie de “noticias” que nada tenían que ver con la realidad. Por ejemplo: la manipulación de las declaraciones de los partidos conservadores, los disturbios en Cataluña o más recientemente la exposición del caso de los EREs como si se hubiera tratado de unos inocentes Robin Hood.

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Con esto no estoy diciendo que los medios de información no puedan tener su propio enfoque. Dios me libre. Tiene que existir, para el bien común, una total pluralidad y libertad de prensa; pero lo que es a todas luces intolerable es que el suceso puro sea manipulado, tergiversado, moldeado, premeditadamente malinterpretado, amputado y, finalmente, deformado a coces hasta convertirlo en un vómito purulento que nada tiene que ver con la declaración original. Es el paroxismo del periodismo basura. Y encima tienen las asaduras de jactarse de ser el medio más seguido.

Pero esa basura tiene algo muy bueno: vuelves a coger tu ejemplar de LA GACETA y te sientes orgulloso de que queden reductos donde la verdad nos hace libres.

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