Estamos metidos de lleno en el carnaval, que en Salamanca es el Carnaval del Toro, el de los “farinatos”. No se entiende el carnaval ni ... a Ciudad Rodrigo sin esa mezcla aterradora para los nutricionistas que son los huevos fritos con farinato. A finales del siglo XIX el periodista salmantino Juan Barco envió una receta al gastrónomo Ángel Muro de farinatos y cuando se refería a su ingesta no mencionaba a los huevos fritos. Muro llevaría después, en los primeros años del siglo siguiente, el farinato a su “Guía del buen comer español”, que fue como la Michelin de la época, pero en versión nacional. En Ciudad Rodrigo, durante su carnaval, se puede prescindir de según qué cosas, pero no de esa contundente mixtura, que obligatoriamente hay que compartir, porque no hay nada más triste que comerse uno solo unos huevos con farinato. Tampoco lo entiendo sin la visita al “Sanatorio” a comer sus populares calamares rebozados, por raro que parezca que en el interior del interior sea así. El bar, placero, está alicatado hasta el techo de fotografías del carnaval de antes, que permite la comparación, teniendo claro que cualquier comparación es odiosa. Mi admirado Lauren Risueño tiene que hacer una antología de rincones mirobrigenses, como los citados. La maqueta de Ciudad Rodrigo de los Moriche puede ayudarle en cualquier momento o el extraordinario conocimiento de la localidad de José Ramón Cid Cebrián, pero creo que a Lauren no le hará falta. El Carnaval del Toro, con sus encierros, banda sonora de campanazos, vermú a horas señaladas, capeas o novilladas es también un tiempo de nostalgias, de añorar a gente que marchó, aunque continúe por las calles de la ciudad. ¿Alguien duda de que “Pesetos”, José María del Arco, y otros no vuelven por estas fechas? Ciudad Rodrigo es, también, su Museo del Orinal. Y la sede de una de las productoras de aceitunas más potentes del mundo mundial, que diría Manolito Gafotas, por ejemplo.

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Victorino Martín, el pregonero, se abrió paso entre la corte institucional que acudió al Pregón, con el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, al frente. Conocí a Victorino Martín en la presentación de un libro de Nieves Herrero y me pareció una persona cultivada por el conocimiento del campo y las lecturas. Un tipo culto y con una vida intensa llena de nombres propios. En Ciudad Rodrigo desplegó ese conocimiento, pero también la causa, porque sabe que es el abanderado de una causa que es la de mantener o defender la tauromaquia debido a su prestigio y para ello, lo primero, es levantar la moral de la tropa: soy un taurino sin complejos, dijo, y todos debemos serlo. Hay que sentirse orgulloso de ser taurino y defender nuestra afición y cultura. Pienso que los taurinos debieran manifestar su culpa por no haber sido más rápidos en la defensa del toro: se echaba a los jóvenes de las plazas y nadie decía nada. O se iban de ellas aburridos ante la falta de espectáculo y verdad. El Carnaval del Toro, si algo debe tener para sobrevivir es espectáculo y verdad. Ser fiel a la esencia del carnaval y la fiesta de los toros. Y luego ya vendrá aquello de Juan del Enzina de “hoy comamos y bebamos, y cantemos y holguemos, que mañana ayunaremos”, que también se puede aplicar a otros órdenes de la vida. Feliz carnaval.

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