Te veo perdida, España, y lo que es peor; sin pilotos expertos en mitad de una ventisca feroz. Eres de esas naciones que se consuelan ... en los corrillos de los tontos señalando la paja en el ojo ajeno sin percibir la viga en el propio. Para colmo de males cuando te critican no es para limpiarte de abrojos, sino para hacer leña con el único olivo sano.
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Delante del espejo esbozas una arrugada sonrisa de soberbia. Recuerdas tus hazañas; los innumerables logros que aportaste al bagaje de la humanidad. Conquistaste una tierra a la que tus gentes pudieron llamar hogar. Aunque algunos se empeñen en despreciarte, en negar tus méritos, estos existieron y de vez en cuando se repiten, pero cada vez el espacio de tiempo entre unos y otros se vuelve más dilatado. El tiempo pasa y te preguntas extrañada por qué se marchan los hijos de tus hijos.
Al salir ellos desatendiste la puerta y nos empezó a entrar la peste. De los primeros en entrar fueron la famosa monja hereje y un Echenique que contrata en negro —curioso, ambos expatriados de la misma colapsada nación—. Podrían ser eminencias científicas, pero no tuvimos esa suerte. Son dos parásitos oportunistas más a mamar de la teta. Una vez dentro hicieron comandita con sus compinches; aquellos que buscan arrimar el ascua a su sardina agitando el puño mientras gritan soflamas más rancias que la etiqueta de Anís del Mono. Al calor de todos están medrando una suerte de víboras que dormían el sueño del desprecio: secesionistas, fugados, republicanos y anticonstitucionales que ahora se pasean desafiantes de la mano de asesinos blanqueados por el mágico detergente de la democracia. Manda huevos que nuestros impuestos alimenten a esta gentuza.
Tuvimos una transición extraordinaria pero por lo visto para nuestro presidente en funciones es más importante menear a una momia que arreglar un país. El aumento del paro, las tasas nulas de crecimiento económico, una deuda insostenible, el frenazo del consumo, la bomba demográfica, las pensiones, el acoso y derribo a los pequeños y medianos empresarios, el puteo sin fin a los autónomos, la desautorización a padres y madres; todo esto ya no es un problema.
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¿Cuándo te vas a superar, España? ¿Dejarás algún día de hacerte daño a ti misma? Estamos perdiendo el tiempo entre rencores y venganzas. Como siempre, pues somos españoles. Mientras aquí discutimos sobre el sexo de los ángeles el mundo sigue girando. Me pregunto: ¿podremos vivir algún día en un país que mire al frente y no a los lados?
Necesitamos tecnócratas, gente solvente, personas coherentes, abnegadas y entregadas a luchar por el porvenir del país. Un país que adolece de hombres y mujeres con visión de futuro que faciliten —o al menos no entorpezcan— la auténtica prosperidad. Mientras no nos dirija gente de este tipo, viviremos eternamente con el barro hasta las rodillas y la garrota en la mano.
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