Han pasado ya casi cincuenta años desde la muerte de Franco, y la izquierda sigue viviendo de las rentas de Franco; han pasado ya cuarenta ... años desde la histórica victoria del PSOE que llevó a Felipe González a La Moncloa, y los socialistas siguen viviendo de las rentas de la foto del Hotel Palace que, lejos del encanto de “gauche divine” que suele dársele, no fue más que un monumento al canto de sirenas a la libertad, al “qué hay de lo mío” y al “pelotazo” como profesión.

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Me pregunto qué hemos estado haciendo estos cincuenta años como nación además de desenterrar a Franco, poner todas las trabas posibles al progreso, dinamitar nuestra independencia energética, levantar barrera tras barrera a las libertades ciudadanas y saquear sistemáticamente las arcas públicas y, de paso, el bolsillo de los españoles.

Eso sí, en este tiempo hemos ganado el ansiado Mundial de fútbol con el que amansar al pueblo. Y los sociatas, decía, erre que erre, que no deje de rodar la gran bola de la confusión, de la mentira total. Franco no murió en la cama de un hospital público, fue derrocado después de muerto por Felipe González y su séquito, casi todos hijos del “establishment” franquista.

Y así, González, Zapatero y Sánchez celebran ahora aquellos cuarenta años de victoria electoral y lo hacen sin salirse del guion del “rollo patatero” con el que llevan medio siglo embaucando a quienes creen, a quienes creemos en el progreso a todos los niveles.

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Lo que no saben sus incautos votantes en particular, es que para estos personajes el progreso ha sido siempre una coartada, al igual que sucede con la libertad y la cultura. El tema es no parar de tener a Franco presente para evitar la realidad y algo para ellos tan complejo y pernicioso como la democracia.

Cuarenta años del advenimiento de la farsa socialdemócrata y seguimos en lo mismo, en hacerse dueños de la verdad y de la realidad, pues la Historia son ellos, reivindicando la autoría, lo dijo Sánchez el lunes, nada menos que de haber llevado a España del blanco y negro al color de la modernidad.

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Les debemos la vida, por si alguien se pensaba que procedemos del Imperio Romano, de los Reyes Católicos, del franquismo (también del franquismo) y del seno de nuestras madres, que además nos educaron y nos protegieron de la intoxicación ideológica que hoy en España vive su clímax al estilo de la orgia suicida de “La grande bouffe” de Ferreri.

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