Ayer escuché muy brevemente el programa de Jiménez Losantos -una de las pocas ventanas liberales y racionales que van quedando en esta España quemada- y ... en un momento dado un contertulio se despedía hasta el lunes, a lo que el director del programa añadió: “hasta la clandestinidad”. Y no es ninguna gracia, aunque lo pareciese, ya que los acontecimientos políticos desatados por Sánchez para alterar el orden constitucional y la consecuente paz social, no conocen ni los límites ni la debida prudencia que deben regir en el Poder.
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Vivimos un momento más que delicado, crítico, y sin muchos visos de solución, pues Sánchez y sus sucios, sucísimos socios, se han vestido de militares bananeros para arrasar nuestra nación. Si no lo paramos, si no lo lamina la maquinaria democrática, después de Sánchez sólo quedará desolación: España como el Vietnam bajo el napalm. Cojamos el diccionario: Sánchez es un tirano en manos de unos canallas sin escrúpulos, un presidente aupado por el resentimiento de las izquierdas. Así no podemos seguir y así debe entenderlo de una santa vez “Mariano” Feijóo y la banda de palmeros que es el Grupo Popular. Lo tenemos difícil: Sánchez es un psicópata y el PP se empeña en hacerle el juego para tratar de cicatrizar sus complejos, sin darse cuenta de que están dejando a la España que tanto dicen amar y defender, a la intemperie. Sí, estamos a la intemperie, en manos de Cucas y Cucos Gamarras y del silencio atronador del gallego, de otro gallego similar. Aún peor, de otro Pablo Casado, de otro sin arrestos ni personalidad.
La tarde del jueves, cuando se votó en el Parlamento la derogación de la sedición pactada con los reos, el PP tenía que haber abandonado el hemiciclo para nunca más volver mientras los totalitarios del PSOE sigan haciendo de las instituciones un lupanar y de la Ley su cortijo. Basta ya de este circo, de esta tortura, de esta humillación a la democracia y a nuestros valores.
Basta ya de fascistas rojos, por llamarlos de alguna manera, pues comunista me parece poco. Por no hablar del asalto continuado a la Corona y de los incalificables insultos a la Judicatura, tratando de intoxicarla aún más de lo que está y, más grave si cabe, tratando de influir en sus decisiones con amenazas. Y no son grupos antisistema los que amedrentan y difaman, a ver si nos enteramos en la calle: es el PSOE, un partido presuntamente de Gobierno y de Estado, y al que Sánchez ha llevado a ser un mero convidado de piedra en su ascenso como rey sol. El Estado soy yo.
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