Este año las procesiones van por dentro. Por el interior de cofrades, devotos y aficionados, pero también por el de los ordenadores y televisiones, y ... hay quien las ve estos días atufándose de incienso, que es una gomorresina del abrótano, que es una planta buenísima, dicen en el herbolario, para evitar la caída del cabello, y desde aquí le pido al Gobierno que, por favor, estudie la posibilidad de incluir entre los servicios esenciales a los de peluquería porque, si no, el impacto a la salida –desescalamiento, dicen—va a ser tremendo. Y hay quien, estos días, no para de escuchar cornetas y tambores, bandas que acompañan el paso de las imágenes, que interpretan la “Saeta” de Serrat y entre procesión y procesión se sacude un concierto de motetes y la Pasión según San Mateo, de J.S. Bach. Pero, a lo que vamos, el ansia procesional me ha lanzado a la biblioteca en busca de los clásicos, que en este caso son los volúmenes editados en su día sobre la Semana Santa y coordinados por Francisco Javier Blázquez, y así alivio los ojos de tanta pantalla, que, ya advierte Nacho Ferreira, mandamás de los ópticos, hay que dosificar. Fueron tomos magníficos, para leerlos sobre un atril, dejándose llevar por las historias y los datos de grandes conocedores del asunto: Edu Azofra, Rosa Lorenzo, Antonio Santos, Teresa Paliza, Marga Hernández, Nieves Rupérez, Fernando Benito, Asunción Escribano, Abraham Coco..., pero también por las imágenes, las fotografías. Óscar García tiene un gran protagonismo, pero hay otros autores. Óscar en un gran experto en el tema, pero no es el único fotógrafo de la Semana Santa de Salamanca: Gabi Alonso, Alejandro Quintana, Manuel López, Alfonso Barco, José Ángel Barbero... Hay más. Todos, dignos herederos de aquel peluquero de la calle Meléndez, que retrataba la Pasión salmantina eligiendo con precisión matemática el lugar y la hora: Luis Monzón. Blázquez y él escribieron un libro de la Semana Santa muy anterior a los volúmenes, que es una reliquia valiosa de la bibliografía de nuestra Pasión, por lo demás muy escasa. Hoy tendría que estar viendo a los fotógrafos salmantinos serpenteado entre nazarenos y cirios buscando la mejor instantánea de la procesión con vistas a informar, coleccionar o concursar y ser el cartel del año que viene, pero el virus nos tiene a todos –a ellos, también—en casa, y mientras algunos nos aliviamos con sus fotografías o con libros, a ver cómo lo hacen ellos, sin un paso que llevarse al objetivo.

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Cuando busca en Google –el ojo que todo lo ve y todo lo sabe—Semana Santa de Salamanca lo primero que aparece es que se ha cancelado. Hoy le tocaba al Flagelado, y de madrugada al Yacente, y ya era un no parar. Tocaba este miércoles la llegada de gente de toda España aparcando donde se podía, porque un espacio para meter el coche alcanza el precio del oro. Y tocaba ver bares llenos. Todo volverá. No tendremos ojos para más picos que el de los capirotes ni tampoco atenderemos a más curvas que las del itinerario de la procesión y cómo las toman los pasos. Tengo algunas favoritas. Todo volverá, quizá de un modo diferente a como era antes de este suceso, pero volverá. De momento: casa, incienso, la Banda de las Cigarreras—recomendación de Tito Aparicio—, Youtube, Bach, gregoriano, torrijas y libros. Y el año que viene la procesión irá por fuera.

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