Febrero, fiel al refranero, un día malo y otro bueno. Este ojo que observa, hoy les comparte un par de reflexiones sobre dos “Charras” de ... diferentes andaduras. Ambas son reflejo de una España que se nos va de entre las manos. Cada una de ellas representa un mundo, una forma de hacer, crear y creer en la vida.

Publicidad

El día malo de febrero fue por la pérdida de Marianela de Aguilera Lodeiro, condesa de Alba de Yeltes. Los que conocemos el terruño patrio de encinas y bellotas, sabemos que su vida no fue un camino de rosas, como suele sucedernos a todos. En el papel cuché, los buscadores de carnaza y de emociones superficiales, han empañado la verdadera personalidad de esta mujer que luchó, contra viento y marea, en un mundo miope y provinciano que, lejos de comprender, tras los visillos de las viejas y decimonónicas ventanas, llenaba las mesas camillas de cuchicheos y verrón. Ella era una señora, de nacencia gallega y alma charra que, como decía el poeta, sabía caminar junto a reyes y junto al pueblo con su paso y su luz. Hablar de ella es hablar de libertad, valentía, catarsis y Ave Fénix. Su legado está en manos de la Universidad, para que sean los historiadores los que estudien y eviten que se haga de la historia, un alimento para carroñeros. Sus dos palabras fundamentales eran perdón y reconciliación. Gracias Marianela y d.e.p. El tiempo pone todo en su sitio, incluso la admiración.

El día bueno es para mi querida Pauli Andrés, del restaurante El Río de la Plata. El pasado lunes tuve el honor de entregarle en Burgos, ante una ciudad rendida a la Restauración y a la Gastronomía, el “Premio a la trayectoria a la mejor cocinera de Castilla y León”. El acto fue organizado por la Academia Castellana y Leonesa de Gastronomía, a la que me enorgullezco de pertenecer. Pauli lleva 60 años al pie de unos fogones que relucen más que el sol. Ella es institución y señera indiscutible de toda la gastronomía salmantina y castellanoleonesa, amén de ser ese espejo en el que deben mirarse, aquellos que pretenden hacer carrera en esto. Ambas nos emocionamos y nos abrazamos diciendo muy alto que “las charras” somos una raza. Ella ha dado de comer a cuatro generaciones y ahí sigue, con su equipo y sus extraordinarios sobrinos Rafael y Josito, haciendo historia. También el teatro fue testigo de otro premio para Salamanca al “Mejor restaurante de cocina tradicional” el Restaurante Mirasierra de Mogarraz. Francisca Cascón Herrera cedió el testigo en 1980 a uno de sus hijos, Agustín Maillo Cascón «Toñi» y a su mujer Ana María Seisdedos. Hoy junto a sus hijos, Antonio y Agustín, conforman la tercera generación de este extraordinario restaurante. Enhorabuena a los premiados.

Lecciones de las que aprender.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad