En plena Semana de la Movilidad se inmoviliza a Madrid y Garrido se la juega. ¿Vivimos o no tiempos raros? Garrido es más que un ... barrio. Tiene, incluso, un movimiento “nacionalista”, que de vez en cuando sorprende con pintadas como “Garrido is not Spain” o “freedom for Garrido”, aunque el avance de los tiempos ha hecho que el caserío ya no sea lo que fue: cada vez quedan menos vecinos del Garrido de antes, el de los charcos, bares con chanfaina el domingo, cuartel con reclutas y sesiones de cine en los Fátima, Llorente o Taramona, este junto a un paso a nivel de aquel tren que circulaba por la Avenida de Portugal, que hacía frontera. Si acaso, sigue siendo de familias numerosas. El barrio que se alzó en los años sesenta del siglo pasado sobre tierras agrarias, que eran propiedad de un banco por un crédito impagado; aunque antes, mucho antes, ya estuvieron en la zona Garrido y Bermejo, relegados de su historia, tanto, que hasta perdieron su calle. Garrido da unas cifras de contagios que casi obliga a su confinamiento total e inmovilización obligada, tras las cuales hay muchas circunstancias familiares, sociales, económicas y hasta culturales. Una situación compleja en esta Semana de la Movilidad inaugurada por Antonio Flórez, representante de la patronal de comercio, sugiriendo el retorno del tráfico a calles que un día lo tuvieron y hoy son peatonales, como fórmula para la recuperación comercial. Seguro que no quiso decir lo que dijo, pero algunos nos quedamos paralizados. Vamos a ver cómo finaliza esta semana que incluye el día en el que todos debemos dejar el coche en casa porque, igual, hasta somos nosotros los invitados a quedarnos en ella.
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Hubo un momento en el que Garrido tenía la mayor cantidad de bares por habitantes del mundo mundial, que diría Manolito Gafotas, que podría haber nacido en este barrio. A ir de vinos (chatos) se le decía hacer un “vía crucis” y uno sabía cómo entraba en el barrio, pero no cómo salía después de hacer todas las estaciones. Eran vinos de Toro, espesos como la tinta, y de la Sierra y Las Arribes, que caían a plomo, pero tampoco faltaban los manchegos y algún rioja que otro. Pero pocos. Y pinchos sencillos pero contundentes de cocina doméstica. Ahora que la vendimia casi ha terminado celebramos que las uvas de la parra rectoral, en la calle Calderón de la Barca, se hayan librado de nuevo del lagar, gracias a Ana Chaguaceda, directora de la Casa-Museo, como pedía Miguel de Unamuno en su famoso poema, que algunos califican de alegato contra el vino, bebida a la que no era nada aficionado el escritor, al contrario de Lázaro o Celestina, por ejemplo. Pronto caerán sus hojas.
Parece que don Miguel fue el primero en advertir del peligro del tráfico y en concreto del de la Plaza Mayor cuando era concejal. Tengo que pedirle este dato a Paco Blanco, que prepara el homenaje de la Asociación de Amigos de Unamuno el próximo 29 de septiembre. Antes de la llegada de la peatonalización a las calles de Toro y Zamora, que costó lo suyo, se peatonalizó por fases la Plaza Mayor, para que fuese menos doloroso. Algo así como una desescalada. Actualmente, hay mañanas que cuesta creer que la Plaza Mayor esté peatonalizada. Pero es lo que hay. Mañana, por cierto, es San Mateo, que es santo principal de Garrido, donde tiene parroquia y colegio. En este cayeron los primeros positivos del curso escolar salmantino. Ya digo, que se la juega.
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