Ha dicho el Gran Sánchez en Extremadura, con “look” de vaqueros y botas para hollar la tierra quemada, que los fuegos que nos abrasan son ... culpa de la “emergencia climática” que vivimos. Echarle la culpa al prójimo de nuestra propia inutilidad es un clásico del mediocre, pero echársela al sol, esto ya es nivel Sánchez, del pavoroso grupo de analfabetos y poderosos que nos alumbra, nada que ver con las ricas y famosas Candice Bergen y Jacqueline Bisset.
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Lo de siempre, que de cualquiera es la culpa, incluidos el sol o el “Falcon” para ir de compras a Nueva York (en realidad New York, que la Gran Manzana no va a ser menos que Ourense o Girona), y no digamos del jubilado que va con su contaminante “Nissan Patrol” de treinta años a regar la parcela, es decir, a desperdiciar agua en sus tomates en lugar de comprarlos transgénicos y bien colocaditos en bandejas retractiladas; la culpa es de cualquiera -todos somos sospechosos- menos de unas políticas medioambientales de desastre y de unos políticos sin ideas (pero ni puta idea), sin escrúpulos ni vergüenza.
Hace falta ser caradura y fatuo para ponerse unos vaqueros y decir sandeces ante una audiencia de rescoldos y periodistas abducidos. Marcando territorio como Brad Pitt en “Thelma y Louise” mientras sumamos miles de hectáreas quemadas. “Yo también estuve, y oye, qué bien arde el monte”, parece decir este tío mientras posa en el infierno extremeño.
Con estas mimbres y estos genios al frente, lo único que queda claro es que nos encontramos ante una emergencia, pero no climática, sino de salud mental, pues el número de desequilibrados no para de crecer, con el añadido de que andan por ahí sueltos, sin atender, pues ya sabemos que la política de higiene mental es también nula.
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De los manicomios hemos pasado a los chiflados sin correa y a los suicidios ocultos, pues es pecado hablar de ellos. La gente se suicida y zas, desaparece por arte de magia.
Y lástima, nunca se suicidan los malos, hartos de mentirnos, de engañarnos, de estafarnos, de robarnos, de ponerse los vaqueros para la foto; hartos de ser unos parásitos de la sociedad a la que, presuntamente, sirven. Y entretanto, cuando un monte se quema, algo tuyo se quema, lema del ICONA de los años sesenta cuando, al menos, se alimentaban las conciencias y el bien común.
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