Tengo más miedo de lo que veo, escucho y leo sobre la pandemia del coronavirus, que del virus en sí; tengo más miedo de la ... confusión y el ruido desatados, que de la tristeza de ver las calles y carreteras de Salamanca desiertas, como una especie de “the day after” tras la guerra nuclear; tengo más miedo de los seguidores de la “colapsología”, la ciencia del colapso, que de caer yo mismo enfermo.

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Lo que estamos viviendo en vivo en directo es gravísimo, y sus consecuencias van infinitamente más allá de que remita la pandemia. La crisis-tsunami del 2008 abierta con la bancarrota de Lehman Brothers, y de la aún no nos habíamos recuperado, va a parecer un juego de niños al lado de la que se está abriendo ahora mismo con el añadido del coste de vidas humanas, cuyo contador ya no para aquí y acullá para alegría del emético “show business”.

Pero el coronavirus ha puesto sobre el escenario un personaje nuevo y voraz, el del sensacionalismo más abyecto y sucio, el del alarmismo, el de la “colapsología”, el del miedo. Esta crisis, piensan los canallas de los medios-espectáculo (el periodismo definitivamente ha muerto), lo tiene todo para su negocio: enfermos, muertos, militares en las calles vacías, ruina, negro futuro, millones de desempleados, supermercados arrasados, políticos sobrepasados por la realidad... Todo, lo tienen todo para su negocio-basura, para intoxicarnos con ese monstruo llamado -mal llamado- información. El apocalipsis me parece un fiestón en Ibiza al lado de la sucesión continua e imparable de pseudonoticias, como la del chaval que hace crossfit y tiene el coronavirus (¿y?, ¿sólo se pueden morir los ancianos?), debates, tertulias, jaulas de grillos varias, y opiniones de cualquier merluzo (o merluza) con un micrófono en la mano o delante. Toda esa información insana es la que nos ha puesto, más allá de la gravedad del momento que vivimos, al borde la locura colectiva. Ese torrente de noticias no ayuda a pensar mejor, a que nos protejamos mejor, sólo contribuye al pánico social y a comprar papel higiénico por toneladas.

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