El año pasado vinieron a Salamanca casi un millón y medio de turistas. Ernest Hemingway diría que Salamanca fue una fiesta. Es probable que ... don Ernesto conociese la ciudad y parara en ella camino de Béjar el 2 de septiembre de 1959, si quiera para echarse un trago, el primero de los muchos que caerían en las siguientes horas. Este año, ya lo ve, no hay fiesta ni fiestas así que este Día Mundial del Turismo viene más que triste, sin nada que celebrar y sí mucho que esperar de la cosecha del 21. Personalmente creo que fue en la década de los veinte del siglo pasado cuando comenzamos a tomarnos en serio el turismo y que la primera iniciativa que se tomó fue la construcción del Gran Hotel (1930-2007), que relegó a la categoría de reliquia al histórico Hotel Comercio, que alojó a Pedro Antonio de Alarcón o Benito Pérez Galdós, considerados más viajeros que turistas. Los que vinieron al Gran Hotel sí que eran ya turistas con todas las de la ley, y de ahí en adelante...

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La historia nos revela que el primer viajero que llega a Salamanca y habla de ella con conocimiento de causa se llamaba Jaroslav Lev de Rosmithal de Blatna, entró en la ciudad el 25 de julio de 1467 y le impresionaron mucho el “Estudio, Plaza, la horca para criados ladrones, el río, la hospitalidad del obispo y la corrida de toros del día de Santiago”, según reseñan Jesús Majada y Juan Martín en su “Viajeros extranjeros en Salamanca (1300-1936)”. La historia nos revela, también, que tras la inauguración del Gran Hotel se abrió oficina de turismo y quizá los de cierta edad recuerden aquella que hubo en las escaleras de los Portales de San Antonio décadas atrás. Aquello dio lugar al incremento de publicaciones de guías monográficas de monumentos para turistas con sus correspondientes planos de la ciudad, que hicieron la competencia a las clásicas, como la mítica “Baedeker” e incluso la “Michelin” anteriores a 1920, que tanto fascinaban a Demetrio Gómez Planche, fundador del Museo de Historia de la Automoción. Pero antes de las guías fueron los libros de viajes, como el que escribió de Salamanca Pedro Antonio de Alarcón, y antes Antonio Ponz, así como las descripciones geográficas e históricas, como las de Jacinto Vázquez de Parga y Mansilla (1885) o Valentín Picatoste (1891). Quizá fuese Modesto Falcón (1868) el autor de la primera guía de Salamanca, en la que reúne información útil al viajero, pero también al paisano, a la que siguieron la de Amalio Huarte y Echenique (1928), Enrique Esperabé de Arteaga (1930) o Camón Aznar (1953), aunque es probable que me haya comido varias en el camino. Guías firmadas por autores muy reconocidos en la historia del Arte, como lo serían Julián Álvarez Villar o Alfonso Rodríguez Gutiérrez de Ceballos, e incluso de la Literatura, como Aníbal Núñez y su delicada “Pequeña guía incompleta y nostálgica de Salamanca”, con fotografías de su padre, José Núñez Larraz. Estoy seguro de que la Biblioteca de Temas Salmantinos en la Diputación Provincial reúne la historia de nuestras guías turísticas, hoy ya en extinción por el teléfono móvil, Google y las aplicaciones.

En tan señalada fecha, no tengo duda de que volverán los turistas cuando esto pase y ya deberíamos prepararnos para ello. Regresarán porque este sábado, el turismo del día y el momento era visible: había turistas a pesar de la que está cayendo. Hasta entonces, quizá deberíamos ejercer más de turistas en nuestra ciudad.

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