Hoy, 1 de diciembre. De nuevo 1 de diciembre. A nadie le cabe duda que el tiempo, más que volar, nace muerto. Solo la juventud ... lo atrapa, moldea y siente, aunque a la vuelta de la esquina te ves escribiendo de ese mismo tiempo, sin atraparlo, moldearlo, sentirlo. Transitas por él lo mejor que puedes o te dejan, y luego, como yo ahora mismo, te ves arrojado a un mar de nostalgia, en unos recuerdos que ya no sabes si son tuyos o del Robert Redford de 1973. Al menos es un motivo para regresar a “Tal como éramos”. La pandemia parecía que había hecho del tiempo algo tangible y masticable, incluso humano en aquellos días tan recientes —y tan borrosos— en los que no es que se ralentizase, como parecía, simplemente se petrificó. De repente, todos fuimos ciudadanos de Nueva Pompeya y nuestros relojes se pararon a la misma hora de la explosión del virus, como si fuera un Hiroshima global, ¿lo recuerdan? Primero de diciembre de 2022 y aún con colas para seguir vacunándonos, primera, segunda, tercera, cuarta... Las colas del miedo e incertidumbre, ¿lo recuerdan? No me gustan las colas, no me gusta el miedo, no me gusta que me hagan sentir vencido. Pero lo estamos, pues el populismo lo está consiguiendo; estamos exhaustos y ahora con frío, con miedo a tener frío: del bienestar y la libertad surgidas de los escombros de la II Guerra Mundial, a una Europa que tirita. Quién nos lo iba a decir. Y no soy el aguafiestas, pues esta misma semana “The Economist” lo dice en su portada: “CONGELADA. Cómo el mundo está dejando a Europa atrás” debido a nuestra larga y profunda crisis energética y geopolítica y a que estamos en manos de la corrupción, la soberbia y la locura. Cómo ha cambiado el cuento: De Roosevelt a Sánchez, de Marie Curie a Irene Montero. De Margaret Thatcher a Von der Leyen. De Douglas MacArthur a Pablo Iglesias. De Juan Ramón Jiménez a Echenique. Sigo: de la pasión de Bertone o Giugiaro a diseñadores digitales sin emociones ni gusto. Se extravía la vida en un mundo cada vez más simple y aburrido mientras masas de errantes sin causa esperan el apocalipsis copa de garrafón en mano. Que siga la fiesta.

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Y el tiempo sigue yendo y viniendo: no, no quedó para siempre bajo la lava del virus. 1 de diciembre y ya con casi toda la lotería de Navidad vendida, cuando antes, cuando éramos Robert Redford, comenzaba a venderse por estos días. El tiempo ha esprintado y nos ha robado el futuro y las ilusiones para pasar a ser rehenes de un presente lleno de sombras, dudas y lastrado por una política criminal.

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