En materia ferroviaria Salamanca parece el sucio y maloliente vagón de cola de uno de esos trenes vetustos que todavía circulan en algunos países. Somos ... la última sardina de la banasta. Una provincia despreciada que ni tan siquiera se puede agarrar a la esperanza del tren para intentar salir a flote. Es muy triste y desalentador. Da igual que el mamporrero José Luis Ábalos haya abandonado ese Ministerio de Transportes que tan indignamente ha ocupado. Todo sigue igual. Su sucesora, Raquel Sánchez, está dispuesta a mantener el legado del fiel escudero de Sánchez, al menos en lo que a la discriminación de Salamanca se refiere. El hijo del torero ‘Carbonerito’ debería ser considerado persona non grata por estos lares. Aunque a estas alturas ya le dará igual. Ahora mismo estará entregado a sus vicios después de hacer caja a costa de todos. En pocas ocasiones alguien tan sumamente inepto y, lo que es peor, tan mala persona, ha ocupado un cargo de este calado.

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Pero Ábalos ya nos importa bien poco. La cruda realidad es que de la estación de Vialia solo salen dos Alvia diarios rumbo a Madrid. Uno por la mañana y otro por la tarde. El alcalde de la ciudad, Carlos García Carbayo, ha reclamado en sucesivas cartas la restitución de todos los servicios, pero el Gobierno social-comunista da la callada por respuesta. Lo último que conocemos y que publicó la pasada semana LA GACETA es que el sectarismo ‘sanchista’ también se refleja en materia de transportes. Alcaldesas socialistas como las de Segovia y Miranda de Ebro reciben un trato preferencial por parte del Ministerio, y sus peticiones en el ámbito ferroviario son al menos escuchadas. Son argumentos de peso para decir alto y claro que este Ejecutivo quiere humillar y hundir a una provincia donde los socialistas no son capaces de ganar ni unas tristes elecciones. ¿Tiene algo qué decir el otrora ‘susanista’ Fernando Pablos ante semejante afrenta?

El hecho de contar con la mitad de frecuencias de trenes rápidos a Madrid que antes de la pandemia puede parecer un asunto banal para los que no usan habitualmente este medio de transporte, pero nada más lejos de la realidad. Estamos ante un freno en seco a la posibilidad de que Salamanca se pueda convertir en lugar de residencia de salmantinos ‘exiliados’ en la capital de España e incluso de madrileños con ganas de cambiar de aires. Una de las innumerables ventajas del teletrabajo es precisamente la posibilidad de residir a 200 kilómetros del lugar donde está la oficina. Conversando con algunos amigos y conocidos que teletrabajan en la capital de España tres o cuatro días por semana, aseguran que estarían encantados de mudarse a Salamanca si tuvieran unas combinaciones ferroviarias flexibles. Dice Renfe que no existe demanda, pero su planteamiento es el que lleva años hundiendo a la ‘España vaciada’. Los servicios públicos están precisamente para eso, para ofrecerlos y generar poco a poco la demanda. Para jugar solo a caballo ganador donde el negocio está asegurado, ya está la empresa privada.

Mientras en la Europa desarrollada las infraestructuras ferroviarias se convierten en un vehículo para vertebrar los países, en España se emplean para discriminar a las provincias menos favorecidas. El tren es el medio más eficiente y sostenible, y sin embargo empujan a que los salmantinos tengamos que coger el coche para adentrarnos en el caos de tráfico de Madrid. ¿Este es el Gobierno verde que fomentaba los transportes limpios? Permítanme que me ría.

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Veo un futuro muy negro con una Salamanca cada vez más incomunicada y, por lo tanto, perdiendo posibilidades de que tanto particulares como empresas se asienten aquí. Es momento de alzar la voz frente a esta bofetada que va a tener unas consecuencias nefastas a largo plazo. O lo hacemos pronto, o el vagón en el que viajemos cada vez desprenderá un hedor más nauseabundo.

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