Perdonen por la escena un poco escatológica que les traigo, pero cuentan las crónicas que allá por el año 1891, a un tipo llamado Seth ... Wheeler se le encendió la bombilla mientras realizaba unas maniobras fisiológicas de carácter íntimo e inventó el rollo de papel higiénico. Al día siguiente se acercó a la oficina de patentes estadounidense y registró este comodísimo artilugio al que se le otorgó el número de licencia 459.516. Pues bien, a pesar de la lentitud con que en aquellos tiempos funcionaban los medios de comunicación, las virtudes y bondades del nuevo invento corrieron como la pólvora y al poco tiempo el rollo de papel higiénico contemplaba las vergüenzas al aire de prácticamente toda la humanidad civilizada.
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Me viene este asunto a la mente, porque contrasta terriblemente la facilidad con que aquella humilde invención se extendió por todo el mundo con la extrema dificultad que hoy día se propagan otros inventos utilísimos para la humanidad a pesar de vivir contradictoriamente en plena época de internet, donde las buenas, como las malas noticias, vuelan al instante de un extremo a otro del planeta. Y cuando digo inventos, me refiero a cualquier idea, estrategia o medida que puedan servirnos como la del rollo de papel higiénico para hacernos la vida un poco más fácil. O salvárnosla.
Resulta que en la actualidad existen países en el mundo donde gracias a las buenas ideas, protocolos o estrategias que han ideado y puesto en marcha sus gobernantes, han sido capaces de contener al virus que por estas latitudes nos está destrozando. Países como Nueva Zelanda, Corea del Sur, o incluso europeos, como Croacia, Eslovenia o Montenegro, donde prácticamente han conseguido erradicar la pandemia.
Me pregunto si no podríamos exigir a nuestros gobernantes, que ya que su incompetencia y falta de ideas para combatir el virus es tan manifiesta, mirasen un poco más al exterior y adoptasen esos inventos, soluciones y estrategias que están funcionando en otros países, en lugar de enrollarse como papel higiénico en estas peleas electoralistas que tanta rabia y vergüenza ajena nos provocan. Seguro que no es tan sencillo como colocar un rollo de papel higiénico en el aseo como hicieron nuestros tatarabuelos tras el genial y humilde invento de Seth Wheeler, pero seguro también que muchos estaríamos eternamente agradecidos.
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