Cuesta seguir adelante como si no hubiera Semana Santa, según la sugerencia de Francisco Igea, cuando las esculturas de Venancio Blanco hablan de ... ella en los jardines de Santo Domingo y la Catedral. Los coros de la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura con Antonio Santos pusieron anoche en el CAEM las primeras notas de su banda sonora. Y las cuaresmales torrijas tientan al más rocoso desde el otro lado de los escaparates de las pastelerías. Pero hay que intentarlo y además no queda otro remedio: el que manda, manda, que hay detrás del “Yo doy las consignas”, libro que se presenta este viernes en el Centro Documental de la Memoria, escrito por Luis Castro Berrojo. La obra está protagonizada por la propaganda del llamado bando nacional en los primeros meses de régimen, que coinciden con el cuartel general en Salamanca y nos toca muy de cerca.
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Por aquí anduvo Millán Astray, que se puso al frente de todo el operativo, con su buen ojo para estas cosas y su mano derecha, porque, como todos sabemos, no tenía mano izquierda, y así terminó sus días con aquel régimen que lo fue todo para él. La información y desinformación, la propaganda, las consignas de aquel bando se cocían en Salamanca, entre el Palacio del Obispo y el Novelty, Pasando por el Palacio de Anaya, donde bullía un grupo de intelectuales dedicados con mucha pasión a ello, como Víctor de la Serna o Ernesto Giménez Caballero. Así pues, este año no hay pórtico cultural de la Semana Santa ni tampoco este viernes besapiés a Jesús Rescatado, que abría por tradición las puertas de la Pasión con sus largas filas de fieles a las puertas de la iglesia de San Pablo, y tanto necesitamos de un rescate: los empresarios de Martín Galdeano (CES) se ven con la soga al cuello, han dicho al conocer las cifras de paro. La nota informativa firmada por el hermano mayor del “Rescatado”, Emilio Alberto Sánchez Tabernero, dejaba claro que si hay algún culpable de ello es “esta maldita pandemia”, único consuelo de nuestros nazarenos, que tampoco este año ven necesario llevar las túnicas al tinte, aunque sí protegerlas de la polilla. No habrá procesiones, salvo aquellas formadas por ciudadanos para la vacunación, que espero numerosas. Para entonces puede que ya se pueda entrar en los bares y restaurantes a celebrarlo, con o sin pasaporte de vacunación, aunque el consejero de Fomento, Juan Carlos Sánchez-Quiñones, da por hecho que eso ocurrirá este 8-M, aunque le quiero recordar al consejero quién da las consignas en la Junta de Castilla y León, ya sabe: quien manda, manda y no sería la primera vez que Igea o Verónica Casado enmiendan una plana. Vivimos en una permanente e insegura cuenta atrás. Creo, de todas formas, que para esa Semana Santa que hay que imaginar que no habrá, ya estaremos tan acostumbrados a las terrazas que no querremos entrar dentro de los locales. Tenemos la piel curtida de estas semanas, hecha a la intemperie, como la de los pastores, afirma una amiga, y nos hemos hecho “terracícolas”. Ánimo, que “ya queda menos”, ha dicho Fernando Simón. Mes o mes y medio, añade, para el alivio de luto, o sea, de las restricciones, que no para el final de la pandemia.
La buena noticia es el regreso de la cultura. Abren las salas de exposiciones con nuevas incorporaciones por el Día de la Mujer, y lo hacen sin cita previa, como los museos, y habrá teatro y música en directo. Como si todo fuese normal. El sábado hubo jazz en el universitario Juan del Enzina y ayer música vocal en el CAEM, y se anuncian nuevas citas. Hay vida más allá de las abarrotadas terrazas.
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