Una desgracia convive conmigo las 24 horas del día: sé perfectamente porqué está colapsando nuestra sociedad y no puedo hacer nada. Cuanto más leo, más ... confuso, preocupado, e indignado me siento; cuanto más reflexiono, más callejones sin salida me encuentro... En realidad, estoy muy asustado, el don de la clarividencia me está haciendo polvo frente al poder absoluto de una masa embrutecida por la televisión y las redes sociales. Cualquier imbécil opina y cualquier imbécil vota, y no olvidemos que un voto es una responsabilidad, no una pistola. Y cualquier imbécil llega a ministro por obra y gracia de una democracia devenida en dictadura perfecta para gloria de mediocres, tontos, corruptos, chulos, y malos en general.
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Nos encontramos en uno de los momentos más delicados de nuestra civilización, y no es por el cambio climático, sino por el gigantesco paso atrás que el intelecto del hombre ha dado en los últimos veinte años.
Ahora sólo tienen cabida las barbaridades y la telebasura, me da igual una delincuente en fuga como Clara Ponsatí (¿qué hacen forajidos, terroristas y “Rufianes” varios en los Parlamentos, ¿alguien me lo puede decir?) que un país encerrado en casa y babeando ante “La isla de las tentaciones” ... ¿Entienden ahora por qué el gran problema ecológico que tenemos es el descenso a los infiernos de la razón y la verdad?
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