MANUEL Rodríguez San Melitón nace en 1843 y estudia música en la Escuela de San Eloy siendo compañero de Tomás Bretón, con quien le une ... una gran amistad que perdura hasta el fallecimiento de éste el 2 de diciembre de 1923. Hacen vida bohemia en Madrid en sus primeros tiempos dando conciertos y un poco cansado y viendo que la música no le soluciona la vida vuelve a Salamanca. El maestro Bretón en cuantas ocasiones visita la ciudad, cuenta en la orquesta con su amigo “Cabecita”, que es el apodo cariñoso con el que le conoce todo el mundo y, virtuoso del contrabajo, es su acompañante en alguna de las giras por España compartiendo páginas inmortales.

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Buen artesano, se especializa en carpintería, ebanistería, talla y torno estableciendo su taller en la planta baja del edificio de la plaza del Corrillo 28, compartida con Francisco Núñez Izquierdo, que tiene montada una imprenta en la que edita en 1883 “La Liga de Contribuyentes”; en 1886, “La Tradición”; en 1887, “El Correo Médico Castellano”; en 1888, “El Incensario” y en 1891, “El Adelanto”.

El taller de Manuel Rodríguez fabrica baúles mundos, baúles de secreto, maletas, cajas y muestras para viajantes, restaura objetos de ámbar y dada su afición musical afina pianos y construye toda clase de instrumentos músicos de viento.

En Salamanca forma parte de la orquesta de la ciudad y es asidua su presencia en el café Pasaje formando trío de éxito, acompañado de su hijo Jacinto, violín y con Julio Reñones al piano. Más tarde se integra en un sexteto que además actúa en el café Castilla y luego vuelve al Pasaje como parte integrante del quinteto Goyenechea.

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Francisco Núñez Izquierdo a partir de 1878 establece la primera empresa de pompas fúnebres salmantina en Corrillo, 28 y el 29 de noviembre del año siguiente se llama “La Funeraria” sin que figure el nombre del propietario, que era Manuel Rodríguez.

Se produce la curiosa circunstancia de que el 15 de enero de 1895 se anuncia “La Funeraria” en plaza del Corrillo, 28 y al mismo tiempo la de “La Soledad”, a cuyo cargo se encuentra Manuel Rodríguez en Meléndez, 14, esquina a la calle de las Velas, quien afirma ser el agente más antiguo por haber pertenecido a la razón social ‘Agencia Funeraria’ de Corrillo, 28. Todavía en enero de 1898 sigue apareciendo “La Funeraria” de Manuel Rodríguez en Corrillo, 28.

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En el Corrillo, 15, existía en 1888 otra funeraria propiedad de Félix Yáñez.

Francisco Fernández Villegas “Zeda” en su Salamanca por dentro de 1889, dice, a propósito de un brindis en uno de los muchos homenajes a Tomás Bretón en Salamanca, celebrado en el hotel de las Cuatro Estaciones: “Con la misma mano que ejecuta su parte de contrabajo en la sinfonía del Guillermo o en la Rapsodia Húngara, construye un ataúd, que dan ganas de morirse, para disfrutar de él, al más feliz y optimista de los mortales. Pero lo que más estimo de “Cabecita” es su corazón, tan grande... mucho más grande que su cabeza”.

Casi ciego a consecuencia de cataratas, el trabajador infatigable, el amigo bondadoso y leal de todo el mundo, el personaje ocurrente, sagaz y vivaracho, dispuesto siempre a cooperar en cualquier causa benéfica, fracturada una pierna y operado, pasa maltrecho y enfermo los últimos años de su vida.

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La última vez que acaricia su contrabajo en público se encuentra ya casi ciego y lo hace en los solemnes funerales que se celebran el 10 de diciembre de 1923 por el alma de su amigo Tomás Bretón en la iglesia de san Esteban donde la orquesta estuvo formada por 14 violines, 2 violas, 5 violoncelos, 3 contrabajos, una flauta, 2 clarinetes, 1 fagot y 2 trompas.

Fallece en la indigencia el 18 de enero de 1932 en su domicilio de la calle de Meléndez, 33, y sus restos reposan en el cementerio salmantino en la zona Uno, galería de san Antonio, nicho 144.

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