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Este tuit, seguido de un interesante hilo, no lo escribe alguien ajeno a las carreteras que observa la jugada cómodamente sentado en una butaca del estadio donde los representantes más legítimos del sector y la ministra de Transportes acaban de jugar su partido y han llegado a un aceptable empate en el marcador. Felipe se ha pasado media vida encerrado en la cabina de un camión. Es uno de esos humildes camioneros salmantinos que a pesar de sufrir con virulencia las vicisitudes del aumento del precio del combustible y otras que venía arrastrando su oficio, acepta el acuerdo del Gobierno con el Comité Nacional de Transporte por Carretera (CNTC), el órgano que representa a las asociaciones mayoritarias de trasportistas como CETM y Fenadismer para paliar la subida del precio del gasóleo y poner fin a los paros.

En consecuencia, a Felipe le gustaría poder seguir trabajando tras varias semanas y no causar más molestias a la población, tras varios días observando como los compinches de Manuel Hernández apostados en los andenes de las carreteras ejercían de una manera tan extraordinariamente democrática el derecho a la huelga que también cabía dentro de su reivindicación la necesidad de arrojar piedras sobre los camiones de otros compañeros que seguían trabajando o rajarle armados de navajas, como patilleros de Curro Jiménez, las ruedas de sus camiones mientras dormían.

“Ni aun dándole soluciones -termina escribiendo Felipe en su hilo- que no son todas, cierto, pero no puedes tener a un país parado más de dos semanas, está claro que lo que busca es montar jaleo y sacar provecho, vamos que lo veo presentándose a algunas elecciones. Patético. A mí, como camionero, este tío no me representa”.

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Mucho me temo que las sospechas de Felipe también comienzan a representarnos a una gran mayoría de los españoles.

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