El viaje del papa Francisco a Iraq me ha hecho reflexionar de nuevo sobre el abandono en el que continúa nuestra pequeña Diócesis de Ciudad ... Rodrigo, vacante desde enero de 2019, cuando Roma acepta la renuncia de Raúl Berzosa Martínez como obispo de Ciudad Rodrigo. Desde entonces es el obispo emérito de Ávila, Jesús García Burillo, el que actúa como administrador apostólico, que será un magnífico pastor, obediente con los que mandan, pero que ha demostrado que es reacio a apoyar una causa justa: la permanencia de la Diócesis de Ciudad Rodrigo.

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El mensaje que ha mandado al mundo el papa con su visita al epicentro del conflicto armado en Iraq es el contrapuesto al que está enviando la Conferencia episcopal a los cristianos de Ciudad Rodrigo.

Francisco no ha elegido precisamente un destino cómodo, ni un país donde pudiera tener un gran auditorio para escuchar sus palabras. Todo lo contrario, un público minoritario porque la persecución que han sufrido los cristianos en los últimos años ha sido feroz. Pero él, siguiendo el mensaje de Cristo, ha viajado hasta el lugar del conflicto y ha querido estar con los que tal vez más lo necesitan, aunque sean pocos, humildes y perseguidos.

Y se preguntarán qué tiene que ver el viaje del papa a Iraq con el asunto del obispo mirobrigense, pues verán: para mí el papa les ha enviado un ejemplo de lo que tiene que ser la Iglesia hoy, todo contrario de lo que pretende hacer la cúpula de la Iglesia en España. Si fuera por ellos el Santo Padre nunca hubiera visitado un país en guerra con una minoría cristiana. Pero si por él fuera, yo creo que mantendría a un pastor por muy diminuto e insignificante que fuera su rebaño. Por pequeña y recóndita que sea la Diócesis de Ciudad Rodrigo la mantendría viva para no abandonar a este pequeño rincón perdido de España que aún mantiene su fe.

A raíz de la invasión liderada por Estados Unidos en Iraq, el caos, la radicalización y la inestabilidad se ensañaron con los cristianos. La ruptura de la seguridad en el país dio el pistoletazo de salida a los enfrentamientos sectarios que tuvieron como principal víctima a la minoría cristiana. Años después de la ocupación estadounidense, muchos huyeron hacia los países vecinos o a Occidente. Antes de la invasión estadounidense, había cerca de 1,5 millones de cristianos en la antigua Mesopotamia. Dieciocho años después, apenas son 250.000. Pero a pesar de ser una minoría, el papa ha querido estar con ellos, para que no se sientan solos, porque la doctrina de Jesús no es estar con los poderosos ni predicando el Evangelio en los grandes templos. Todo lo contrario

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El problema de la Diócesis de Ciudad Rodrigo no es el papa Francisco, que oficialmente es quien tiene que nombrar obispo. El problema de la Diócesis de Ciudad Rodrigo son los “correos” papales, los emisarios, la Conferencia episcopal, que en muchas ocasiones se comporta como los políticos que recuentan votos y no personas. Todavía no ha sabido explicar los motivos por los que se resiste a que el papa Bergoglio nombre un obispo propio para una Diócesis humilde.

En sus planes -incomprensibles para los mortales- está desde hace años unificar las diócesis, que Salamanca absorba a Ciudad Rodrigo y que ésta última acabe desapareciendo por la vía de los hechos consumados. Lo mismo que ocurriría en el mundo terrenal, que el pez grande se comería al pequeño.

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Este es un largo proyecto acariciado por los “mandamases” de los sucesivos papas en España. Y con la iglesia -por supuesto en minúsculas- hemos topado.

El problema que tienen los cristianos, cada vez menos, de “la raya” es que su lucha pacífica es muy difícil que llegue a Roma, porque ya se encargan de que no llegue emisarios, como José María Gil Tamayo, el obispo abulense que convenció al procurar de Por Ávila para que no respaldara una declaración institucional que iban a emitir las Cortes de Castilla y León en defensa de la pequeña, pero muy digna, Diócesis de Ciudad Rodrigo.

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