Como era de esperar, la gran victoria de Ayuso en Madrid, que ni siquiera ha podido ser contestada por la izquierda salvaje (¿dónde está Wally ... Sánchez?), no le ha caído bien al PP, que la ha aceptado a regañadientes, pues Casado y sus palmeros no son muy diferentes del resto de la política española, estúpida, lerda y machista. Una mujer que triunfa o destaca es una mujer en el punto de mira. No le den más vueltas y no me miren a mí, que he sido esculpido en la “escuela” de Soledad Becerril, Michèle Mouton, Geraldine Ferraro o Hillary Clinton. A mí, en cambio, no me hablen de tipos que no saben ni hacerse el nudo de la corbata, como Pablo Casado, gente que sólo espera ver pasar el cadáver de su enemigo para ocupar su puesto.

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Y es en lo que estamos: los del PP están lamiéndose las heridas... ¿de la derrota?, nooo, de la victoria, ¿increíble, verdad? Ayuso, a quien antes de su arrollador forma de hacer política la tenían marcada, pues no representaba los valores de la gomina y de la mamandurria, ahora les ha cambiado el paso, les ha roto los esquemas, y tienen que hacer de tripas corazón para aceptar su espectacular victoria y su innegable carisma, un carisma que no sale de Yale (como el de Hillary), pero que arranca de la realidad. Ayuso es usted y yo, sus problemas y los míos, sus anhelos y los míos y, por encima de todo, su sentido común y el mío. Y nada de esto es patrimonio del PP casposo, ¡y qué pena!, pena doble para mí porque es el partido al que voto. Y ya son demasiadas elecciones votando sin ganas, por amor a lo que queda de democracia.

No entiendo, por ejemplo, cómo el líder del PP salmantino, Javier Iglesias, puede decir que se alegra de la victoria de Ayuso “por una política acertada que ha sido recompensada por los ciudadanos” (LA GACETA, 6 de mayo), pero que el modelo madrileño no es exportable a otras comunidades.

Muy bien señor Iglesias, pero explíqueme, ¿qué no es exportable: el trabajo, el tesón, la valentía, las decisiones, los equipos profesionales, los asesores experimentados, la personalidad, la pérdida del miedo ante el abismo sanitario, económico y social?, ¿qué no es exportable de Madrid a Salamanca?

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Igual que están encantados con llenar nuestras calles con madrileños consumidores natos de bocadillos de mortadela y hamburguesas en papel, imagino que estarían encantados con importar trabajo, valentía e ideas, que falta nos hace en una Salamanca ciudad de la cultura... sin cultura ni el mínimo espíritu crítico y emprendedor exigible.

Y todo porque una chica de aire fresco se les coló en su aburrida fiesta para gritar desde el escenario, “el momento es ahora”.

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