Entre la aceña del Arrabal, también llamada del Arenal, y el Casino de Salamanca, que contiene la maquinaria de la antigua Fábrica de Harinas del ... Sur, discurre una pesquera, que, en otro tiempo, cuando el Tormes comenzaba a menguar por el descenso de su caudal, quedaba semioculta por las aguas y algunos hacían el “milagro” de cruzar de una orilla a otra sobre las aguas. Luego, cuando las aguas menguaban aún más se veía la trampa y por ella cruzaban el Tormes las lavanderas, que fue un gremio salmantino que pasó las de Caín lavando ropa en agua helada (literal) en invierno o peleando con el lodo en verano, cuando apenas corría agua. En un cajón del archivo universitario se encuentra su bandera, que si algún día hay un museo de la ciudad debería exponerse. El molino de la Fábrica de Harinas del Sur se levantó en 1881 sobre la muy documentada aceña del Muradal, pegada a las iglesias de Santiago y San Nicolás, que terminó en 1419 en manos de la Universidad de Salamanca, fue aula de anatomía y cementerio universitario. La aceña del Arrabal, espejo de la del Muradal, apenas es citada, pero como casi todo lo que se refiere al Arrabal hasta no hace mucho. Una riada, la de Santa Bárbara, el 3 de diciembre de 1498 la destruyó y está documentando, como lo está que se rehízo y de ahí que Anton Vanden Wyngaerde cuando dibuja Salamanca desde el Teso de la Feria en 1570 recoja el molino y señale que lo es, como dibuja también la pesquera que termina en el otro, la aceña del Muradal. Relativamente cerca de esta aceña del Arrabal estuvo el cementerio judío, y la casa de la Mancebía, el lazareto, ocupado por carmelitas descalzos antes de emplazarse en Los Bandos, y el mercado de septiembre antes de su explosión urbanística. Cerca se alzó siglos más tarde la iglesia nueva del Arrabal, que muchos consideran un estorbo a la vista monumental cuando entras desde la Carretera de Béjar, y cerca alzó Ibarrola su pintoresco y fantástico bosque, y naturalmente está el embarcadero. Fue zona de baño, doy fe de ello, y hasta recuerdo alguna caseta de bebidas. Y así como la aceña del Muradal prosperó, el molino del Arrabal quedó para el abandono con su proa mirando al puente de Enrique Estevan y sus ruedas de molino expuestas al sol en los corrales desde los que se accede al corazón de la aceña esquivando gatos Ahora podría convertirse en un establecimiento hostelero con excelentes vistas, sin duda, confirmando que el Tormes está de moda y quedan lejos los tiempos en los que se daban cita en sus orillas tenerías y miserias.
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Hasta las proximidades del Molino del Arrabal llega el hornazo el Lunes de Aguas. Lo hizo este lunes, un Lunes de Aguas de los de antes, con hechuras de primavera e invasión de estudiantes en ambas orillas. En un momento de la tarde uno se sitúa en el Puente Romano y puede imaginar barcas decoradas con ramas y flores, con las pupilas de la Casa de la Mancebía volviendo a su oficio, como dice la tradición que sucedía, aclamadas desde las orillas por los estudiantes. Por imaginar que no quede. Ha sido un espléndido Lunes de Aguas, de los de antes, si acaso con menos desplazamientos por las carreteras porque el combustible está por las nubes. Supongo que más adelante, cuando la intervención en las riberas del Tormes llegue a Huerta Otea, también esta se verá invadida el Lunes de Aguas. Ya eran antaño las cercanías de la venta del “Castigo” muy concurridas por los hornaceros.
Viene ahora el 1 de mayo, que es otra excelente oportunidad para darle otro tiento al hornazo, con permiso del queso de Hinojosa. Desde Valdejimena a San Felices, como lo será unos días más tarde la fiesta de la Santa Cruz, pero también si uno se sienta junto al molino del Arrabal y se deja llevar por la panorámica. En fin, que esto es un no parar de fiestas hasta que llegue el otoño.
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