Los números 16 y 18 de la calle de la Rúa fueron en tiempos morada señorial de los Paces, señores de los Corrales y de ... la Alcaicería, que con el paso del tiempo fueron restauradas por don Antonio Rascón y Cornejo, como atestiguaba una inscripción de 1759 que apareció en la hilada superior, esculpida en sus piedras, al ejecutarse las obras de que se da cuenta a continuación. Ambas casas son adquiridas en 1925 por una señora cuya filiación desconocemos y el Ayuntamiento, regido por el alcalde don Florencio Sánchez Hernández, procedió a la expropiación forzosa del saliente de la vivienda, que perjudicaba la estética de la calle y molestaba a los transeúntes y a los vecinos. Una vez pagado el valor de la expropiación por el Ayuntamiento, éste como legítimo propietario, se propuso derribar y poner en línea la fachada. Surgieron problemas con las tres tiendas existentes: la peluquería de Tomás Pro Lozano, (que también ejercía como practicante), la tienda de Luis Fermín Galache y la relojería de José Sánchez Sendino.
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Y aquí comienza el misterio. La señora propietaria emprende las obras de reforma del interior con lo que se producen las primeras escaramuzas entre inquilinos y operarios que van a proceder al derribo. El alcalde había comprometido a los propietarios de los comercios de la calle para la pavimentación de toda ella y estos argumentan que, previamente, es imprescindible que desaparezca el obstáculo que representa el saliente de las casas mencionadas. El alcalde les promete una solución y tres días después se acuerda el derribo de la fachada.
Aparece el maestro de obras Germán Elías Pérez de la Fuente, acompañado por una cuadrilla de albañiles y carpinteros y se incorpora el jefe de la Guardia Municipal, don Quintín Sánchez Talavera, con una pareja de sus subordinados, para garantizar el orden, pues se prevén incidentes. Se inicia la colocación de vallas y andamios, desmantelando los tejados y vertiendo por el gran portón, sobre la acera, las espuertas de escombros, sin apelar previamente a las vías legales. Dura el derribo un par de días, se cierra el portón y la vieja casa permanece en silencio, sin que continúen los trabajos en el interior y sin que nadie dé explicaciones de tal parálisis.
Se reúnen los vecinos, se quejan con exposición razonada ante el Ayuntamiento, pasa la petición a informe de la Comisión permanente y el enigma sigue sin resolverse, a pesar de que la ley exige que una solicitud o instancia tiene que ser resuelta en un plazo reglamentado y comunicada en forma a los firmantes.
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El vecindario no tiene otras noticias hasta que el 7 de mayo de 1927 se abre en el Juzgado el procesamiento por el delito de coacciones del maestro de obras Germán Elías Pérez de la Fuente por haber comenzado el derribo sin tener en cuenta que en las citadas casas había instaladas varias industrias. El Fiscal, señor José James Becerra (que vive en Torres Villarroel, 1) pide la pena de 2 meses y 1 día de arresto, multa de 125 pesetas, accesorias y costas. Se abonará en concepto de indemnizaciones: a Tomás Pro Lozano, por desperfectos en el mobiliario y enseres, 6.000 pesetas y por los perjuicios industriales, 1.000 cada mes; a Luis Fermín Galache, 480 pesetas mensuales por el trabajo que no pudo realizar y a José Sánchez Sendino, por el perjuicio industrial al paralizar el negocio, 600 pesetas mensuales.
El acusador particular don Luis Martín de las Cuevas (que vive en la plazuela del Caño Mamarón) fija las indemnizaciones en: 6.000 mensuales al señor Pro; 480 al señor Galache y 882 al señor Sánchez y el abogado defensor don José Cimas Leal (que había sido director de la GACETA en 1924) solicita la absolución de su patrocinado. Elevadas a definitivas las conclusiones se solicitan: 6.600 pesetas para el señor Pro; 3.000 para el señor Galache y 4.000 para el señor Sánchez. La casa del misterio es hoy el hotel Emperatriz II.
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