A la memoria de Manuel García-Honorato

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EN anterior artículo comenté las vicisitudes del maniquí articulado que confeccionó en 1570 Mateo de Vangoria, denominado “Marrás” ... que sirvió para las prácticas de sucesivas generaciones de médicos salmantinos y que hoy descansa en el Museo.

Entre los siglos XIX y XX existió un célebre personaje llamado Pedro Hernández Olivera, guardia municipal que recibió el sobrenombre de “Marras” y sirvió a la corporación municipal durante más de 20 años, falleciendo en noviembre de 1906, miembro de una plantilla compuesta por siete agentes, hasta que siendo alcalde don Manuel Mirat Domínguez, en junio de 1908, se amplió a 54. Eran estos el Inspector Jefe, señor Pinto que el 31/07/1890 fue recriminado por el Jefe de Seguridad al ser sorprendido alternando a altas horas de la noche en el café “La Perla” y sancionado por el Alcalde interino Urbano Turiel con suspensión de empleo y sueldo; su sustituto, Celestino Leal Francos, cesado el 31/01/1902 y fallecido el 23 de febrero y los agentes Quintín Sánchez Talavera nombrado Inspector Jefe interino el 31/01/1902, cargo que consolidó hasta su jubilación; Pedro Hernández “Marras” y otros agentes entre los que se encontraban Rincón y Montes.

El 15/01/1904 un pobre huérfano de 14 años, a quien se conocía por el apodo de “El Diputao”, se encontraba deambulando por las calles salmantinas y fue recogido por el guardia municipal Marras, conduciéndole al Hospicio donde ingresó a la una de la tarde. Se hallaba desnutrido pues ya el día anterior no había ingerido alimento alguno y el guardia, compasivo, le compró una molleta.

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El 14/09/1904 a las 8 de la tarde se produjo un fuerte escándalo en la calle del Cáliz, protagonizado por un sujeto apodado “Calvillo”, que tenía sus facultades mentales perturbadas. Su mujer y los hijos se negaban a vivir en el mismo domicilio a causa de los malos tratos que habitualmente recibían. En anteriores ocasiones ya estuvo internado en la Casa de dementes del paseo de Canalejas, 113 y en la actual trifulca tuvo que intervenir, para apaciguar los ánimos, el guardia municipal Marras que citó al matrimonio para que se personara al día siguiente ante el alcalde, don Indalecio Cuesta Martín.

Con motivo de los sucesos en que se amotinaron unos desalmados que entraron en el Ayuntamiento y vejaron a los concejales hasta el punto de que temieron por sus vidas, estos presentaron su dimisión a finales de julio de 1905.

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El hecho dio pie a la siguiente “Quisicosa: “No se encuentran concejales / por un ojo de la cara / que quieran hacer feliz / a esta ilustre Salamanca. / Los actuales dicen “piscis”, / los que quieren nombrar ¡magras! / Y unos por otros, los puestos / de munícipes rechazan. / ¿Ocurrirá una hecatombe? / ¿Sucederá una desgracia? / ¿O se aclararán con esto / las aguas del Tormes sucias? / Antes que dejar en cuadro / a la que es del pueblo casa / y por la que éste penetra / amotinado a sus anchas / debieran significarse / las gentes de circunstancias, / o ponerle al cargo dietas / por ver si es que así picaban. / Todo, menos que suframos / esta amargura malsana / que hace que al Ayuntamiento / solo a sus sesiones vaya / un concejal para muestra / y el alcalde con su vara. / ¿Por qué no menguar los cargos? / ¿Por qué no correr la escala / y hacer concejal a Montes / y teniente alcalde a Marras / dirigidos por Rincón / con uniforme de gala? / Un ensayo democrático / puede que nos resultara / y sobre todo, señores, / vamos a ver cómo cuaja / el vivir sin Municipio / siquiera una temporada / Que puede que sí resulte / y puede que sí cuajara. / Que para vivir la vida mísere de Salamanca, / sin limpieza, sin ornato, / ni policía, ni nada, / aunque arcángeles ediles / de real orden se nombraran / no lograrían sacarnos / del estado este de kábila”.

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