NO dejo de buscar respuestas, salidas y soluciones al caos social en el que, casi de repente, nos hemos visto todos metidos, nos guste o ... no, seamos más privilegiados o menos afortunados. Las elites son ya un recuerdo del pasado reciente... Ahora las elites son el nuevo presidente de Perú (¡los hermanos Dalton al poder!), Messi, los de “Podemos”, o todos esos retrasados que desde dentro y fuera de España claman contra España desde los púlpitos más abyectos de la ignorancia. Impotencia pura ante el vandalismo ejercido por los cantos de sirena de la violencia abanderada por el Gran Tonto y su club de fans, entendiendo por Gran Tonto a cualquiera que pase por una lista electoral: en España, de Pedro Sánchez para abajo, elijan, no se priven de identificar a su Gran Tonto local, o regional, o nacional. Y así, hasta Joe Biden, que aún debe estar preguntándose que hace él en la Casa Blanca... Preguntándose incluso quién es él...
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Pero la gran pregunta que me hago, que me devora las entrañas, pues aún tengo edad y energía para creerme inmortal, es qué hacer para frenar este ensayo general del fin del mundo, que es exactamente a lo que estamos asistiendo y, en no pocos casos, aplaudiendo como locos. Créanme si les digo que el cambio climático es el menor de nuestros problemas “ambientales”.
Me preocupa que en realidad no vamos a ninguna parte: sólo los grupos de presión manejan los hijos, ya sean lobbies farmacéuticos, humanitarios, universitarios o energéticos... Y podríamos seguir con el manejo torticero de la juventud, hoy convertida más que nunca en esbirro del poder político y económico. Con estas mimbres, no creo que haya vuelta atrás, no tengo confianza en el ser humano del siglo XXI, mutante de la estupidez y de la mediocridad. La lucha, además, nunca se librará con tuits, sino en la calle, con el desembarco liberal e intelectual de las elites. Y sólo en las conferencias a las 8 de la tarde, en los conciertos, en los periódicos, o en una sala de cine, encontraríamos impulsos para defender la libertad. Y con ella, los números romanos que estos imbéciles quieren hacer desaparecer.
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