Andan los científicos investigando sesudamente el ‘extraordinario caso del embalse con agujero’ hallado en Zamora. Se le conoce por el nombre de Ricobayo, antes pantano, ... ahora semidesierto, ha pasado de estar al 95% de su capacidad hace tres meses a quedarse en un raquítico 11%, con el río Esla convertido en un mero afluente de segunda división en su lento camino hacia el Duero. Que aparquen pronto sus cábalas los científicos porque la razón de esta desecación supina la van a encontrar en su factura de la luz.
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Iberdrola, la firma que gestiona ese embalse gracias a una eterna concesión de hace más de 70 años, ha tirado de sus presas del Duero para producir energía barata y venderla a precio de caviar de beluga. Maximizando beneficios que se llama. Haciendo números en un despacho alguien concluyó que esa era la opción más rentable, pase lo que pase y pese a quién le pese. Decisión y ejecución. Sin debate, sin explicaciones, sin que nadie tenga que dar la cara allí donde el paisaje se ha convertido en 5.000 hectáreas de desierto, bautizado como el Kalahari zamorano.
Ese es uno de los males de estos tiempos, la toma de decisiones cada vez está más alejada y poco importa la reacción en el terruño, el ruido de las manifestaciones se ensordece a cientos de kilómetros y no hay ‘paisanos’ a los que ponerles la cara colorada. Ni los políticos locales son capaces de colar sus quejas entre una agenda nacional viciada de conflictos territoriales e intereses partidistas.
Impotencia trufada de desesperación, la de quienes han visto como un verano prometedor se ha convertido en la muesca definitiva de un año ruinoso. Sin embalse no hay chiringuito en la playa, no hay restaurante en el pueblo, no hay alquiler de piraguas, no hay casa rural, no hay apenas nada... Tan sólo algunos curiosos que se acercan para comprobar que, efectivamente, se puede ver el amasijo de hierros oxidados del tren descarrilado en 1964 o las ruinas de los pueblos que quedaron anegados. Las huellas de un pasado en el que se prometió que el embalse era la garantía de futuro. Pero nadie les habló del agujero.
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Teníamos claro que la eufemística descarbonización de la energía iba a implicar una factura añadida. Pero más allá del cierre de las minas de carbón o del adiós a las centrales térmicas y nucleares, reconozco que mis capacidades predictivas no incluían la desecación de los pantanos. Esta tierra fue durante siglos el granero del Reino, ahora vamos camino de ser la ‘pila de España’, las tierras de cultivo inundadas de placas solares, mar de silicio del que sobresalen los molinos eólicos de nuestros montes y ahora, embalses con agujero. De aquí saldrá la energía para impulsar los vehículos eléctricos o para la industria 5.0 pero es razonable dudar que eso beneficie en algo a todos estos territorios. Apañados vamos como no espabilemos.
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