La mitología celta nos habla de Excalibur, aquella espada que el rey Arturo extrajo de la piedra en la que estaba clavada (hay leyendas que ... aluden a un yunque) a la espera de que el verdadero rey británico se identificara como legítimo dueño. El jovenzuelo Arturo, aparentemente enclenque, logra lo que otros más forzajudos caballeros no habían podido conseguir y saca el espadón como si estuviera hundido en un bloque de mantequilla. Tras la muerte del héroe, la espada emerge retadora sobre el oleaje marino hasta que aparezca quien sea digno de empuñarla. No sabemos si el arma se forjó en la fragua del mismísimo Vulcano, pero el caso es que atesora toda una simbología que va desde la suprema justicia cósmica hasta la definitiva victoria de la luz sobre las tinieblas, símbolo fálico incluido, si bien en estos tiempos de ambigüedad y transgénero prefiero no adentrarme en la escabrosa senda de la espada en la vaina/vagina y otras etimologías latinas no por ciertas y científicas menos susceptibles de ser tildadas de procaces y machistas. Ay, a lo que obligan la autocensura y la corrección política. Solo diré en mi descargo que la etimología de vagina como vulva o envoltura femenina ya la utilizó san Isidoro de Sevilla en su Etymologiarum Libri De Bello et Ludis (sobre la guerra y los juegos). Yo me lavo las manos.

Publicidad

Creo que Simón Bolívar hubiera arrostrado una aventura similar a la del caudillo Arturo de no haber estado ya en posesión de un sable --acaso toledano— bien templado y listo para descabezar zambos, mulatos, criollos (a los que aborrecía a pesar de compartir parecido origen) y, por supuesto, españoles. No se quedó corto el libertador, que buscó mercenarios por Europa para combatir en la causa independentista y a los que dejó en la estacada una vez logrado su propósito. Así les sucedió a miles de irlandeses que, animados por la promesa de oro, tierras y honores, cruzaron mares, selvas y cordilleras para, finalmente, caer como moscas debido a fiebres, pestes y otras circunstancias nada gloriosas militarmente hablando.

¿Una espada puede ser símbolo de algo? Lo dudo, y menos en el caso del sable supuestamente bolivariano. Distinto es el as de espadas de la baraja española, presente también en diferentes tarots. Disponemos de toda una suerte de armas blancas cuyas reproducciones se encuentran a la venta en los establecimientos del ramo: desde espadas flamígeras usadas por la masonería hasta una gran diversidad de espadines, bayonetas, mandobles, tizonas, montantes, cimitarras, floretes, estoques, alfanjes, dagas en su tahalí (o sea, vaina) y facas de siete muelles. Pero ante las inciertas perspectivas energético-económicas que nos acechan para el próximo invierno, la única espada real que pende sobre nuestras cabezas es la de Damocles.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad