Sin periodismo no hay democracia. Este era el lema con el que desde las asociaciones y colegios de periodistas patrios se clamaba contra los ... despidos y la precariedad laboral en el oficio.

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En aquellos días, y como reacción a los 10.000 periodistas despedidos entre 2008 y 2014, se popularizó un manifiesto que apoyaron el Congreso y el Senado, Ayuntamientos y Diputaciones. Después de leer de una sentada las 295 páginas de El Director, escrito por David Jiménez y publicado en Libros del K.O., no me hubiera extrañado que los empresarios de El Real Madrid y Mercadona, el Banco Santander y El Corte Inglés también lo hubieran firmado.

El curtido corresponsal y exdirector de El Mundo narra su experiencia al frente del periódico en el que ha trabajado, desde su creación, hasta que fue despedido después de 13 meses en El Despacho. Unas luchas en las que el periodismo había dejado de ser el contrapeso del poder, el control necesario para evitar abusos. Una pugna perversa en la que los medios de comunicación temen a los poderosos –de los que dependen económicamente- en lugar de que los poderosos teman a los medios de comunicación porque les puedan sorprender en algún renuncio.

El libro de David Jiménez, dedicado a los periodistas del futuro, es imprescindible para comprender la situación actual de la profesión. No cuenta el columnista del New York Times nada que no supiéramos o hubiéramos vivido –cada uno en su empresa y en la medida de su responsabilidad-. Lo novedoso es que lo haga un corresponsal que se ha recorrido medio mundo y al que, estando en excedencia, acuden a buscar para rogarle que levante un proyecto periodístico que conoce bien. Aunque lo que desconocía era el proyecto empresarial y los intereses de una redacción dispuestos a mantener el negocio a costa de sacrificar el periodismo.

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Las experiencias de Jiménez con empresarios y políticos contadas en primera persona, con nombres y apellidos, son brutales. El uso de seudónimos para referirse a sus compañeros es un recurso que puede gustar más o menos, pero todos son fácilmente identificables. Incluso para los que nunca hemos trabajado allí.

Las confesiones de David Jiménez son un ejercicio de higiene ética. Su relato se suma a las denuncias silenciadas de los perdedores que pueden permitirse enarbolar la bandera de la dignidad porque tienen las facturas pagadas. Es una oda a la verdad, un aldabonazo en las conciencias de aquellos para los que el fin justifica los medios. Un grito que no se escuchará más allá de las periferias mediáticas porque los protagonistas de sus páginas ya se han encargado de ignorar, de despreciar, de no hablar del libro ni siquiera para atacarlo o desmentirlo o denunciarlo. O algo.

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Las Naciones Unidas acordaron, en 1993, proclamar la jornada del 3 de mayo Día Mundial de la Libertad de Prensa, con el reconocimiento de que una prensa libre, pluralista e independiente es un componente esencial de toda sociedad democrática.

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