De todas las cosas que ha dicho Pedro Sánchez en los últimos tres años solo hay algo expresado de forma sincera y con el corazón. “ ... No podría dormir tranquilo con Podemos en el Gobierno”, espetó en septiembre de 2019, tres meses antes de comenzar a acostarse y retozar con la caterva de Pablo Iglesias. El resto de lo afirmado por el jefe del Ejecutivo hasta la fecha son burdas mentiras, medias verdades y propuestas utópicas sin fundamento. Un fantasma en toda regla que no goza de la menor credibilidad.
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Su afirmación más sincera hacía presagiar lo que estamos viviendo en los últimos días. Un Consejo de Ministros donde cada facción va a su aire. Un matrimonio liberal que parece la casa de tócame Roque. Un circo en toda regla donde hay demasiados payasos y pocos maestros de ceremonias.
El primer encontronazo ha llegado con el anteproyecto de ley de Libertad Sexual que presentó a bombo y platillo Irene Montero. Los ‘podemitas’ son muy graciosos. Adoran las asambleas, las votaciones y el trabajo en grupo cuando les da la gana. Pero si hay que colgarse medallas y hacer marketing electoral, el colectivo les importa un comino. La ‘marquesa’ de Galapagar se guisó y se comió una legislación deprisa y corriendo para tenerla lista antes del 8 de marzo y remató la faena con el tuit vergonzoso en la cuenta oficial del Ministerio de Igualdad: “Sola y borracha quiero llegar a casa”. Faltaba algo, “drogada”. Flaco favor hace a la igualdad semejante escenografía. En lugar de avanzar por este camino de una forma sensata, consensuada y decidida, Podemos apuesta por lo grotesco para ganarse el aplauso fácil de un reducido sector del feminismo. Claro que las mujeres tienen y deben poder llegar a casa solas sin que pasen miedo ni una milésima de segundo. Claro que no pueden soportar proposiciones indecentes ni piropos por la calle. Pero de nada sirven las leyes ‘monterianas’ si antes no se trabaja la educación. Porque lo preocupante es que chavales de 18 y 19 años están involucionando con comportamientos machistas más propios de nuestros abuelos. Ese es el principal problema.
No fue el único encontronazo del Gobierno social-comunista. Sin tener absolutamente ni idea de lo que tiene entre manos, la radical ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se sacó de la manga una guía para las empresas ante el coronavirus. Otra irresponsabilidad propia de ‘bolivarianos’ que se piensan que todo el monte es orégano. La ministra ‘podemita’ se inmiscuye además en un área que, de momento, se está gestionando de manera más que aceptable. El responsable de este oasis de coherencia es el titular de Sanidad, Salvador Illa, un hombre muy competente y sensato que es de lo mejor que tiene el Ejecutivo ‘sanchista’. De hecho ningún partido está haciendo oposición con el coronavirus y eso es de aplaudir. Lo que debería ser lógico y normal se convierte en extraordinario. Aun así, bienvenido sea.
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Otra historia es la actitud de Pablo Iglesias. El papel que quiere jugar es el de un presidente bis que va a su bola. Ya lo hizo saltándose de un plumazo al ministro de Agricultura para entrar como un héroe en el conflicto del campo sin tener ni pajolera idea de qué está ocurriendo. Si Luis Planas tuviera algo de amor propio debería marcharse a su casa, pero aquí nadie quiere perder la oportunidad de seguir trincando aunque te humillen públicamente. Sonados también han sido los choques entre Iglesias y Carmen Calvo. Esto solo ha sido el comienzo.
Los perjudicados de este espectáculo dantesco no somos otros que los españoles. Está visto que nos encontramos ante una carrera de fondo para ver quién acapara más titulares y queda mejor ante su electorado. Podemos querrá darle al Gobierno ese espíritu radical para diferenciarse del socialismo clásico. El PSOE pretenderá marcar distancias y demostrar que los que mandan son ellos. Lo normal será que se tiren los trastos a la cabeza, pero no se van a permitir el lujo de ‘partir las peras’. Aguantarán aunque acaben durmiendo en habitaciones separadas y los españoles tengamos que soportar semejante circo que no va a hacer otra cosa sino acelerar una recesión económica que tenemos a la vuelta a la esquina.
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