Vamos a entrar en julio, que ya es un mes de vacaciones o al menos lo era en la vieja normalidad, cuando el teletrabajo era ... una ampliación del trabajo: curro que uno se llevaba a casa, horas extraordinarias. Esta semana supimos de un anteproyecto que regula el teletrabajo, del que se dice que ha venido para quedarse. Ya veremos, porque el tren también vino para quedarse y ahora parece que no llega, que Ábalos lo retiene en algún lugar de no se sabe dónde, para enfado de políticos –socialistas incluidos—empresarios y sobre todo viajeros. Con el tiempo, puede que solo veamos el tren en el cine, como en aquella grabación de los Lumiére, y como los besos censurados aparecidos en el epílogo de “Cinema Paradiso”, que en realidad es una maravillosa banda sonora (Ennio Morricone) con imágenes, con la que hemos vuelto a las salas de cine. Juan Heras prepara nuestros “Van Dyck” para los próximos días, uniéndose a las recuperaciones de estas fechas, como la barra del “Mesón de Gonzalo”, de Gonzalo Sendín, la hostería de los Sánchez Monje, la casa de comidas de Rocío Parra o el restaurante del hotel de Cuatro Calzadas, reformado durante el confinamiento dándole más luz y elegancia, con un jardín gastronómico más que interesante. Por desgracia, otros negocios son, de momento, irrecuperables y puede que pasen a la historia protagonizando un blues, como aquel blues del autobús, que cantara Miguel Ríos después de su legendario concierto salmantino, que ha sacado nuevo disco, y que canturreamos este viernes cuando los autocares protestaron sonoramente por nuestras calles haciéndolas suyas. De momento no se ve salida, me dijo un empresario del sector, sin excursiones, transporte escolar, viajes organizados... Es un momento triste para ese negocio en particular.
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Si el bus tiene su blues, el tren tiene su chacachá, obligado en el repertorio de nuestras añoradas orquestas, imprescindible en cualquier fiesta que se precie y proscrito hoy por incumplir la distancia social. El chacachá del tren ha disparado a García Carbayo esta semana cuando presentaba la reforma de la Plaza del Mercado Viejo. Ahí se gestionaron vacas, burros y cerdos hasta mediado el siglo XIX, momento en el que se marchó aquel mercado a las inmediaciones de “Mirat”, en la entonces Plaza de la Justicia, de donde fue expulsado por el tren que sería el Ruta de la Plata, inaugurado el 21 de junio de 1896, emplazándose en el Teso de la Feria, junto al Puente Romano. Esa Plaza del Mercado Viejo tiene mucha historia de pescadores de nuestro río, peregrinos a Santiago o estudiantes vivos, muertos, y medio vivos y medio muertos; fue testigo del coscorrón de Lázaro y de las artes de Celestina; e inspiró a artistas como Abraido del Rey cuadros maravillosos, hoy imposibles. Ahora, recibirá a los turistas que lleguen en autobús, que podrán entrar en el patrimonio salmantino por la empinada Puerta del Río o por la cuesta de San Pablo, que fue carretera de Madrid, cuyo turismo demandamos y de ahí la reclamación del tren que tuvimos. Con frecuencia, la actualidad se entrelaza con la historia o se fusiona como el agua y el alcohol de los geles, convertido en elemento necesario para cubatas y gintonics carcelarios.
Mañana es San Pedro y San Pablo, sin ajos junto al mercado de San Juan, ni fiesta en San Pedro del Valle, ni feria alguna. Felicidades a mis queridos Pedros y Pablos, que espero que estén bien cuando reciban esta, ajenos a cualquier brote y rebrote, o blues, desde los Moya, Pedro Moya, Pedro García, Pedro Martín, Pedro Fernández, Pedro López, a los Pablo Núñez, Pablo Antonio Muñoz, Pablo Guillén, Pablo Jiménez ... que deseo celebren tan señalado día con un buen chacachá.
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