EL cambio climático es Messi. La impactante marcha del futbolista a una liga ‘menor’ es una buena representación de lo que la ONU viene advirtiendo ... año tras año sin que se le haga demasiado caso.
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Los expertos nos están diciendo que hay medidas que ya no se pueden demorar más. Que el calorazo que van a sentir hoy los que estén durmiendo en el Hospital, por ejemplo, dentro de 30 años nos parecería como estar veraneando tan a gustito en Asturias.
Esto va a ir a más, sin lugar a dudas, y nos avisan, pero cuando llega el momento de apretarse el cinturón, cada uno se pone la camiseta de su equipo-partido, se marca un Bartomeu, y le importa tres narices lo que pueda suceder dentro de 20 años con tal de sacar provecho en el momento actual. El que venga después que apechugue.
El último informe de la ONU habla de ‘código rojo’. Suena a película, pero da mucho más miedo que eso porque la conclusión que sacan los expertos es, literalmente, que “ya no hay sitio al que correr ni lugar donde esconderse”. Nadie se lo tomaba en serio porque parecía que quedaba muy lejos, pero lo hemos acelerado. Al final lo vamos a sufrir en vida. “Dentro de 30 años, los veranos actuales nos parecerán fríos”.
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Abramos los ojos. No estamos hablando de calor. Lo que nos vamos a encontrar es un planeta donde resultará mucho más difícil vivir y que va a plantear graves conflictos globales, de muy difícil resolución, como por ejemplo los movimientos migratorios porque en algunas zonas del planeta no haya recursos básicos. O pueblos que huyen de los desastres naturales.
La Tierra será un planeta más desigual, no solo en términos de justicia social y económica, sino también más desigual entre quienes tienen salud y quienes no la tienen. O entre quienes tienen determinados recursos y quienes no los tienen. Y todo ello, además, en torno a grandes concentraciones de población donde parece que las cartas ya están echadas.
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En Castilla y León hablamos de la España vacía y de estrategias contra la despoblación, pero viendo la que se nos avecina queda la triste sensación de que la realidad nos pasa muy por encima. Queda la sensación de que, desde hace bastante tiempo, está claro que el oeste español no tiene nada que hacer, como no tiene nada que hacer muchísimos otros lugares del planeta que no estén junto a las grandes concentraciones de gente.
Y este loco mundo va a ser, sobre todo, mucho más inseguro, porque ante los grandes desastres aparecen las guerras, aparecen las mafias y aparecen los conflictos de toda la historia que nos van a enfrentar antes retos realmente difíciles.
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Los expertos llevan años, décadas –desde mucho antes de Al Gore- dándonos la matraca con el cambio climático. ¿Y qué hemos hecho? Pues como con el covid: cuando todos nos ponemos de acuerdo en algo, sobre todo si es a medio plazo, lo hacemos sabiendo que lo vamos a incumplir.
Anda que no le habían advertido veces al Barcelona de que estaba viviendo por encima de sus posibilidades. Nadie lo creyó y llegó el cambio. El de las desigualdades. El de las concentraciones de recursos en un lado y un par de velas en el otro. El triunfo de los calurosos desiertos de Qatar sobre el sol turístico sol español. Hay soles que alumbran más que otros.
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El gran beneficiado del cambio de equipo de Messi no es tanto el PSG como Qatar. Sentando a Messi en su mesa, los jeques reciben una valiosa publicidad para ‘blanquear’ todas las tropelías que cometen allí con la igualdad de la mujer, los derechos civiles y todo lo que les salga del turbante porque tienen pasta a raudales.
Messi es el cambio.
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