El “bicho” existe, ha dicho esta semana Miguel Bosé, alumbrando de este modo a nuestros científicos, que estaban en un sin vivir por su ... ignorancia. Bosé, investido de autoridad académica, ha sacado a la luz lo que ninguno sospechábamos, que detrás de todo esto hay un “bicho”. Un mal bicho, si me lo permite, que es la categoría suprema de bicho. Están los niños trastos o simplemente bichos y los que son malos bichos, que no hay dios que aguante. La eternidad se consigue en la condición de bicho malo, porque los bichos malos nunca mueren. O tardan en morirse una eternidad y hay ejemplos históricos, igual que hay bichos que levantan admiración: cuando en una plaza de toros se dice eso de menudo bicho ha salido póngase en lo peor. En el fútbol, a Cristiano Ronaldo se le conoce como “El Bicho”, igual que algunos moteaban al crítico Alfonso Navalón con el mismo apodo, aunque sospecho que por razones diferentes, y todos recordamos bichos muy bichos a la hora de examinar. En lo alto del escalafón ya estaría el bicharraco, y más allá de la Bicha de Balazote apenas hay bichas y sí pécoras. Malas pécoras o “pecorinas”, que dice una amiga librera.
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“Papito” Bosé también ha arrojado luz sobre la vacuna que el mundo espera: un error. Esa vacuna inocula un dispositivo para controlarnos a todos, así que no tenga prisa en acudir al médico o la farmacia. No se fíe. Espere. Disfrute de la libertad. Haga caso al “amante bandido” y su hallazgo, que ha estado esta semana en las conversaciones de mis encuentros sociales, siempre con convivientes y conocidos, por debajo de las diez personas reunidas, como se nos ha indicado, y con mascarilla. Ayer, en la piscina, estuvimos todo el tiempo con ella, aún encima de la propia toalla y a distancia. Poco a poco, norma a norma se está poniendo cada vez más fácil quedarse en casa y no salir a la calle para nada, y extraña que los avezados en nuevas tecnologías, como Juan Manuel Corchado, o científicos que están sobre la pandemia, como Rogelio González Sarmiento, no nos hayan dicho nada del hallazgo del cantante. En fin, gracias, Bosé, pero gracias a Juanma, Rogelio y RaúlRivas, José Ramón Alonso,Manuel Fuentes, Pedro Fernández, Fermín Sánchez Guijo, entre otros científicos locales, y a la tira de sanitarios de aquí todos sabíamos de la existencia del “bicho” y de lo que hay que hacer. En fin, Miguel, cuídate, que ya no eres un chaval y esto va en serio.
No es plan desollar al cantante, como a San Bartolomé, pero sí poner a este tipo de iluminados en su sitio para evitar daños directos y colaterales. Hemos llegado a San Bartolomé, tan vinculado al Palacio de Anaya y al “Bartolo”, que se remodela estos días. Hay que repasar los planos históricos de Antonio Seseña o escuchar a la arqueóloga Cristina Alario para imaginar todo lo que hubo debajo y a su alrededor. Pronto se inaugurará el antiguo “Bartolo” –van a alucinar– con su flamante claustro, restos arqueológicos y su relieve recuperado de María Magdalena, como aulario para estudiantes de español, a los que echamos de menos. Mucho. Hay la tira de pueblos que celebrarían mañana a San Bartolomé si no fuese por el “bicho”, un santo con mucho predicamento en la provincia y patrono de un gremio que tuvo su pujanza en la capital, los curtidores, con asiento en las tenerías, frente al río, donde tenía su cueva la Celestina de Fernando de Rojas. Y como siempre, felicidades a Bartolomé Benito, “Bartolo”, pionero del fútbol femenino en Salamanca.
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