Cataluña está perdida, al menos para los próximos ochenta años, y eso contando con que mañana se tomasen medidas.

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Estas últimas semanas los españoles hemos ... sido testigos de cómo el anarquismo y la sinrazón han campado a sus anchas por las calles de la rebautizada como Warcelona. Los filoterroristas llenan internet de manuales para preparar explosivos, instrucciones para embozarse la cara con una camiseta y recomendaciones sobre cuál es la mejor “munición” contra las Fuerzas del Estado. Las calles están tomadas por los salvajes y son miles, no son los trescientos exaltados que el rufián del Rufián se empeña en afirmar.

Desde las instituciones, el Chis-Torra, vasallo de Puigdemonio, por un lado amenaza con una nueva declaración de independencia mientras por otro azuza al tumulto “apretad, hacéis bien en apretar”. Incluso afirma que los catalanes son una raza superior. ¿Es que nunca se ha mirado en un espejo?

Por otro lado los Mozos de Escuadra se tocan los huevos en lugar de aplicar la ley. ¿Cómo van a imponer el orden contra sus propios vecinos? ¿Cómo van a reprimir la violencia si entre los manifestantes pueden estar sus propios familiares? Después de ver los vídeos de las actuaciones de ese cuerpo llego a la conclusión de que van con el enemigo. Algún justo habrá, pero yo desde luego no lo he visto. Y todo esto unido a la pasividad del no-gobierno. Marlasko no se merece a nuestra honrosa UIP. Estos políticos sólo tienen agallas para sacar a un muerto de su tumba. Para eso sí son valientes.

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Los sucesivos gobiernos que hemos tenido en este bendito país han propiciado el desbarajuste en Cataluña, de forma lenta pero inexorable.

Lo que más me desesperanza de Cataluña es que el grueso de quienes intervienen en las revueltas son jóvenes de entre dieciséis y veintipocos años. Estos jóvenes son los hijos de la primera hornada nacida en la democracia, los últimos del baby boom. Con la llegada de la democracia, a esta remesa, empezaron a meterle historias de independencia, fantasías y desvaríos. Al principio la cosa fue tibia, y creció de manera silenciosa, pueril, casi inocente. Pero la bola comenzó a coger fuerza. En un pestañeo las enseñanzas (taimadas) se convirtieron en doctrinas y los recreos escolares en plazas públicas donde componer sinfonías nacionalistas. Estos jóvenes de ahora, auspiciados por unos padres que ya incubaban el virus independentista en las primeras etapas, han terminado por desarrollar la enfermedad.

Los políticos (¡ah...! Felipe, Felipe) permitieron que el seny se enseñase en las escuelas y la sociedad española lo vio con buenos ojos. Teníamos que ser modernos. Se sembraron vientos y ahora vienen las tempestades, no barrimos los polvos y ahora tenemos estos lodos o, como dijo Arzalluz “unos mueven el árbol y nosotros cogemos las nueces”.

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