En una quiniela de fútbol no acertar ningún resultado debe de ser tan improbable como acertarlos todos (esto no es cierto, porque acertar cada resultado ... tiene la probabilidad de 1/3 y no acertar 2/3), pero, en fin, valga la broma para intentar comprender lo que les ha ocurrido a los economistas a la hora de prever lo que iba a pasar en Occidente con la inflación que nos ha invadido. Según Joaquín Estefanía, “primero dijeron que sería un fenómeno transitorio, a continuación que no habría ‘inflación de segunda ronda’ si los salarios subían por debajo de los precios, más adelante hicieron una vinculación espuria entre la subida del salario mínimo interprofesional y el empleo; por último, entendieron que la inflación subyacente (aquella que no computa los precios energéticos ni los alimentos frescos) no sobrepasaría a la inflación general y ha ocurrido todo lo contrario”.
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La prueba más clara del fallo en las previsiones que afecta a los economistas la puso de manifiesto el BCE, que no se olió lo que iba a pasar y mantuvo los tipos de interés cercanos a cero hasta que estallaron los precios y se puso a la tarea de elevar esos tipos, con los resultados fáciles de imaginar: créditos e hipotecas por las nubes.
El pasado mes de febrero hubo en España una subida del 7,7% en los precios respecto a febrero de 2022 (que en la zona europea fue del 5,6%). En los dos últimos años los precios subieron un 2,1% (2021) y un 8,4% (2022) mientras los salarios solo lo hicieron un 1,5% y un 2,8%, respectivamente.
Según el INE los salarios de 2022 representaron el 46,8% del PIB, mientras que en el año anterior fueron el 48,1%. Sumando lo que significan las rentas del capital, el beneficio de las empresas, el pago de intereses, las amortizaciones, la renta de los propietarios de inmuebles y los beneficios de los autónomos esas rentas representaron en 2021 el 40,9% del PIB y subieron en 2022 al 42,3%.
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Con los precios crecientes de las importaciones, los tipos de interés y la cesta de la compra, la situación de muchas familias españolas empieza a ser cada vez más preocupante, a la vez que se reducen los depósitos bancarios y cae el ahorro.
No podemos volver a cometer los mismos errores que se cometieron antes de la Gran Depresión (1929). Algo más que prédicas habrá que hacer, y ojalá que aparezca en algún sitio un nuevo Keynes y políticos como Roosevelt.
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