El carnaval ya está en el ambiente, sobre todo en Ciudad Rodrigo, donde siguen empalmando una fiesta tras otra. En otros lugares nos mete en ... el carnaval este Jueves Lardero, Gordo o Merendero donde se da cuenta de la primera hornada de hornazos, que eran chiquitos para los niños que salían al campo con sus profesores, como nos ha contado siempre por ahora Rosa Lorenzo. Es el caso de Vilvestre, Bañobárez o Cepeda. Pero en otros pueblos no se andan con chiquitas y viendo lo larga que es y se hace la cuaresma se apuntan al hornazo grande. Y además es que lo dice el refranero: Jueves Lardero, pan, chorizo y huevo. Como alternativa, longaniza al puchero. El caso es hacer reserva para aguantar el carnaval...y la cuaresma. La de antes, claro, que era terrible como una tormenta o una batalla, como la vio el Arcipreste de Hita, que intuyó la escaramuza de don Carnal y doña Cuaresma “estando en la mesa con el Jueves Lardero”. Puedo imaginarme una comida con don Jueves Lardero y no tiene nada de aburrida. Aquí, en la capital, el carnaval es cosa de niños: fiestas en los coles y vacaciones. Los universitarios –gente caprichosa, según la Tía Fingida—se disfrazan cuando llegan las fiestas de sus facultades y esquivan hacerlo en carnaval. No se nos logra a Paco Novelty y a mí un carnaval literario en Salamanca, con verbena en la Plaza Mayor y vecinos vestidos de Quevedo, Quijote y Sancho, Fray Luis, Celestina , Melibea o Calixto, Lázaro y su ciego, Cervantes, Larra, Galdós, que está de moda y tiene enfrentados a Antonio Muñoz Molina y Javier Cercas, de Regenta o Valle Inclán, bohemio zarrapastroso como Max Estrella, funcionario de Larra, de los de vuelva usted mañana, incluso de Unamuno o de Fernando de Rojas detective de García Jambrina. No hay manera. No sacamos adelante este carnaval al que, sin embargo, le veo recorrido. Se abre, pues, la estación de los hornazos, si es que alguna vez se cierra. El pasado fin de semana, con invasión madrileña, se vendieron hasta casi agotar existencias.

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En la cena del corazón, que organiza la AECC en Salamanca, no hubo hornazo, pero la hornada de regalos volvió a ser extraordinaria. Hubo quien se llevó bajo el brazo una impresora o un patinete eléctrico, para que se haga una idea. También hubo pleno de representantes institucionales y mucha gente de a pie. José Antonio Sayagués me invitó este sábado al Casino de Salamanca donde va a hacer un recital de Gabriel y Galán, al que tenemos muy olvidado. Una pena. En otra de las mesas estaba el cantante Armando por el que no pasa el tiempo: para mí que ha pactado algo en la Cueva de Salamanca. Gente maja. Volvió a triunfar la solidaridad y esto significa ayuda a la investigación y a la labor con familiares y enfermos. Pero no hubo hornazo, pero si vino. Tinto suave, que me recordó a aquello que escribió Lucio Marineo en su “De las cosas memorables de España” elogiando las mieles y vinos de Cantalapiedra y Cantalpino, las truchas del Cuerpo de Hombre y los salmones del Tormes, los castañares de Montemayor y Béjar, los frutales de la Sierra de Francia... pero, sobre todo el “tinto de Salamanca, muy suave, especialmente el que dicen del pozo amarillo”. Pues nada, para este Jueves Lardero, no vamos a llevar la contraria a don Lucio.

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