A Jesús Jiménez Dávila, in memoriam.

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L A pandemia le ha venido al pelo a Pedro Sánchez para “azorrarse” y hacer lo que le viene ... en gana, mientras nos vamos llenando de miedo. Miedo al contagio, miedo a morir, miedo a perder el trabajo, miedo al hambre, miedo a la inseguridad, a la barbarie..., miedo, miedo, miedo. Porque precisamente el miedo es el mejor aliado para que los populismos impongan su despótica autoridad ante los ciudadanos. La confusión, además, facilita a los populistas cumplir sus propósitos en menos tiempo. Y si a esto le sumamos toques de queda, estados de alarma, confinamientos y otras medidas confiscadoras de libertades, pues... (Pongan ustedes mismo letra a estos puntos suspensivos tan llenos de desasosiego)

Aún así, hacemos como Penélope: tejer y destejer un día y otro la esperanza para que no nos falte horizonte al que mirar. A falta de gente, el teléfono móvil se ha convertido en la voz de la amistad: un brindis y un beso recibidos por washap o, incluso, unos irresistibles buñuelos humeantes como los que ayer me envió un amigo por sms, recién salidos de la sartén. A pie de foto, un breve texto: «Para distraernos de la tragedia». Porque, lamentablemente, “distraer la tragedia” es una forma de sobrevivir al caos del miedo.

Hoy, 2 de noviembre, día de Todos los Difuntos, nos distraeremos recordando a los nuestros. Los muertos–además de tierra, honra y flores- merecen que busquemos su silencio y sus nombres, para que nada los sepulte bajo la gran cripta del olvido. El último en irse, siempre dijo que le gustaría que se le recordara como «un viejo labrador jubilado de Palaciosrubios”. Jesús Jiménez Dávila era, de natural, un romántico grandullón que mientras echaba el surco derecho escuchaba ópera de la gran Renata Tebaldi. Durante estos meses de peste virológica y sanchista, mucho hemos hablado sobre el estado del miedo al que el Estado nos está llevando. Eran las nueve de la noche del pasado lunes cuando le llamé para charlar. ¡Mejor mañana, que voy a cenar! –me dijo. ¡Ah, amigo, no coges el teléfono! ¡Duerme en paz, duerme! Nosotros seguiremos aquí, distrayendo la tragedia y recelando, por este virus y este zorro que siguen sueltos.

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