Desde que Carmen Calvo —ahora muy activa en su oposición a la Ley Trans— dijo aquello de “el dinero público no es de nadie”, los ... caudales del Estado pasaron a ser dinero ‘púbico’. Un ejemplo es la corrupción endémica que ha afectado durante décadas a este país. Pero meter la mano en la caja no es la única forma de dilapidar la pasta de todos —no de nadie que es muy diferente—. Una forma de corruptela legal es sin ir más lejos lo que ha hecho Pedro Sánchez con los abonos gratuitos de Renfe. Pasará a la historia como una de las decisiones más calamitosas tomadas por un Gobierno en la historia de la democracia. En plena crisis económica y con una necesidad imperiosa de cavilar muy bien en qué nos gastamos el dinero, la ministra que está haciendo bueno a José Luis Ábalos (¡válgame Dios!) se sacó hace unas semanas de la manga una medida absurda, estúpida, inútil, ineficaz, populista y, sobre todo, no pensada ni meditada. Porque una cosa es fomentar el uso del tren que me parece estupendo y otra muy diferente hacerlo de una manera tan cutre que sería mejorada por el gestor más inepto del planeta.
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En primer lugar, un Gobierno que hace bandera de la defensa del más desfavorecido, no puede regalar abonos gratuitos del ferrocarril sin tener en cuenta el nivel de ingresos. Es de cajón. La única explicación que encuentro a semejante barrabasada es la vagancia. La holgazanería más dantesca. Será que es muy trabajoso comprobar las rentas de aquellos que lo solicitan. Algo que también debería haber ocurrido con la bonificación a la gasolina, donde ni tan siquiera se ha impedido su acceso a los que no residen en España. De locos.
El segundo y más grave despropósito es la ausencia de control del uso del abono. Como han denunciado numerosos usuarios de los trenes MD y Alvia que cubren el trayecto entre Madrid y Salamanca, el problema de los ‘viajeros fantasma’ es realmente grave. Son personas que reservan su billete para llegar al mínimo de 16 viajes que implica la devolución de los 20 euros de fianza, pero luego no se presentan. Eso provoca que algunos trenes aparezcan en la web de Renfe como llenos cuando en realidad hay numerosos asientos vacíos. Es rocambolesco que el que desea pagar por viajar a Madrid no pueda hacerlo por culpa de un caprichoso que quiere ir de gorra y luego no se presenta. Una situación más propia del camarote de los Hermanos Marx.
Lo que se ha conseguido con esta medida es que muchas personas que no tienen necesidad de viajar a Madrid, lo hagan aprovechando su gratuidad. Dudo mucho que se haya logrado el objetivo de disminuir el uso del coche. Es más, se ha provocado una competencia desleal con otros medios de transporte como el autobús.
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Lejos de tomar medidas para penalizar a esos ‘viajeros fantasma’, la ministra Raquel Sánchez afirmó la pasada semana que no había lugar a la preocupación. “Tiene un carácter residual”, aseguró quedándose tan pancha. Cuando se ponga fin a este sinsentido, el agujero en las arcas de Renfe será mayor, se habrá tirado una generosa cantidad de dinero público al retrete y no se habrá conseguido el objetivo de fomentar el uso del tren. Un fracaso redondo que debería costar el puesto a los creadores de semejante guion de cine de serie B. Pero como viene sucediendo en este país, no pasará absolutamente nada.
Mientras, la cuarta frecuencia del Alvia Salamanca-Madrid sigue sin recuperarse después de más de cien días de incumplimiento. Está visto que el dinero público es cada vez más ‘púbico’ porque sus gestores lo manejan con descaro con sus partes pudendas y no con la cabeza.
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