El ataque que está llevando a cabo el genocida Putin no solo es contra Ucrania. Es contra Europa. Contra la democracia. Contra la libertad. Contra ... el estado del bienestar que tanto nos ha costado levantar. En definitiva, contra nosotros. Ningún español va a perder estos días su casa por culpa del bombardeo de la aviación rusa. Ni va a tener que marcharse con lo puesto tratando desesperadamente de cruzar una frontera. Ni tampoco se va a ver obligado a empuñar un arma y a enfundarse un uniforme militar para defender su patria a vida o muerte. Pero algo que nos parece tan lejano y propio de otras latitudes está sucediendo en nuestro continente. Está pasando a la vuelta de la esquina. De la noche a la mañana millones de ucranianos que se sienten europeos y comulgan enteramente con nuestros valores y con nuestro amor por la democracia se van a ver sometidos por el yugo del comunismo. Porque vamos a hablar claro. Putin es una escoria comunista. Está bien que lo denominemos sátrapa, dictador, autócrata, asesino, matón... Pero todo eso se resume en una simple y llana palabra: comunismo. El que abanderaron Stalin y Lenin. El que levantó aquella Unión Soviética que añora el ‘muñeco diabólico’ del Kremlin. El que se practica en Corea del Norte, China, Cuba y Venezuela y provoca hambrunas, miseria y desgracia. Llamemos a las cosas por su nombre y empecemos a decir que la historia se repite y el comunismo, como hicieran el nazismo y el fascismo (lo mismo me da que me da lo mismo) vuelve a amenazar a la anciana Europa.
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El principal problema es que el buenismo del siglo XXI nos ha hecho sentirnos invencibles. Nada ni nadie podía poner patas arriba nuestro sistema. Sin embargo, en cuestión de dos años, hemos sufrido una pandemia que lo ha descolocado todo y ahora viene una guerra que básicamente es otro toque de atención. La democracia y la libertad no se defienden solas. No podemos pensar que la superioridad moral de la que hacemos gala va a ser el arma nuclear que frene el avance de un animal sin escrúpulos. Precisamente por eso. Porque otros no van a ser tan ‘legales’ como nosotros, debemos pertrecharnos con ejércitos modernos y mucho más numerosos. Ese discurso rancio y estúpido de la izquierda que aboga por la progresiva desmilitarización es una puñetera farsa. Es como si mañana guardamos en casa dos millones de euros en efectivo y dejamos la puerta abierta. Discursos como el del ‘come acelgas’ de Alberto Garzón animando a la desintegración de la OTAN es insultante. Es para que en ese preciso momento reciba un bofetón o sea deportado a Ucrania para que intente frenar la invasión con su absurda filosofía.
Putin no va a parar. Si se sale con la suya en Ucrania irá a por más. Su sueño de rearmar la Unión Soviética no es ninguna quimera. Luego irá a por Moldavia, a por Lituania, a por Estonia, a por Letonia. Más adelante amenazará a Rumanía, Polonia y Hungría. Y ya lo está haciendo con Suecia y Finlandia. Es como un yihadista que quiere recuperar Al-Andalus pero con la sensible diferencia de que este criminal cuenta con el segundo ejército más poderoso del mundo. Y viendo que es imposible contar con el primero por culpa de la pasividad de Biden, la situación es todavía más desalentadora.
No podemos dejar a Ucrania abandonada a su suerte. Primero, por egoísmo. Porque tarde o temprano vendrán a por nosotros y entonces será demasiado tarde. Y segundo, porque los ucranianos son de los nuestros. Son europeos que aman la libertad y la democracia. Las sanciones estúpidas no valen para nada. Hay que ir más allá. Tratar de eliminar a los pesos pesados del Gobierno ruso con operaciones quirúrgicas como las del Mosad. Hacer daño donde más les duele. Todo lo demás son azotes el culo. Es seguir haciendo el idiota como lo lleva haciendo la ridícula y patética Unión Europea desde hace décadas. O despertamos, o todo se va a desmoronar.
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