Conviene ir desmontando algunos tópicos que habitualmente se asumen como verdades absolutas. Por ejemplo, cuando el pueblo vota no se equivoca nunca. Nada más falso. ... El pueblo se equivoca ¡y de qué manera! Sin entrar en detalles, basta con echar una ojeada a los resultados electorales cada vez que toca elegir a quienes, supuestamente, se sacrifican por el bien de la colectividad y velan por el bienestar de los ciudadanos. Véase, si no, la mojiganga o mascarada con la que nos obsequian los líderes políticos en la carnavalada de intentar formar gobierno una vez transcurridos tres meses desde las últimas elecciones. Lástima de sueldos tirados a la basura.

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Otro tópico manido es el de los países con mayor calidad de vida, medida en términos de Índices de Desarrollo Humano. Siempre salen los mismos nórdicos (Noruega, Suecia, Dinamarca) alguno europeo de un poco más abajo (Holanda y Luxemburgo), y otros mucho más distantes (Australia y Nueva Zelanda). Y Suiza, la patria del reloj de cuco y de la pasta de los Pujol. En Asia no puede faltar Singapur, la perla del continente, el tigre de Asia, atestada de millonarios y de propietarios de Rolls-Royce, impoluta y limpia, tan impecable que si tiras una colilla al suelo acabas en la trena. ¿Y España? Pues suele aparecer en el puesto veintiséis, que no está nada mal considerando que se computan casi doscientas naciones que son las que de momento caben en el globo terráqueo. Dígase lo que se diga, aquí se vive mejor que en algunos de los países que encabezan el ranking.

Y un tópico más: por fin disponemos de la juventud mejor preparada, gracias a los sucesivos planes educativos asestados en las últimas décadas. Y un cuerno. Es verdad que existe una franja minoritaria de jóvenes realmente muy bien formados, estudiosos, responsables y merecedores de todo tipo de ayudas, becas y premios; y como contraste, mucho mediocre que vegeta en las aulas. Por no mencionar a quienes muestran el mismo interés en su educación que el asno de Buridán (si es que llegan a saber quién era el filósofo escolástico propietario del susodicho pollino). Con respecto a los problemas disciplinarios en según qué tipo de entornos urbanos, pregunten los estrategas educativos a los profesores (antes portadores del honroso título de maestros) que han de enfrentarse a una caterva de galopines aspirantes a delincuentes. Esos esforzados educadores bastante tienen con esquivar los escupitajos que sus pupilos les lanzan en medio del atronador ambiente del aula, sin olvidar toda suerte de violencias paterno-filiales contra los docentes. Pero como nunca llueve a gusto de todos, los psicólogos disponen de una considerable masa de pacientes del gremio educativo atestando sus consultorios. Eso es lo que produce la juventud mejor preparada.

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