Hace diez días, la esquiadora Blanca Fernandez Ochoa, la primera mujer española en conseguir una medalla olímpica salía de la casa de su hermana, situada ... en el tranquilo barrio madrileño de Aravaca, a la que se había trasladado tras vender su casa de Las Rozas. Nadie de su familia se preocupó. A ella le gusta desaparecer de vez en cuando. Alejarse de la ciudad, del móvil y de la gente, y perderse en la naturaleza que tanto le gusta. Es una grandisíma deportista, así que nadie se alarma cuando decide hacerlo. Solo que en esta ocasión lleva más días de los habituales sin dar señales de vida. Por eso hace un par de días la familia alertó a la Policía de lo ocurrido y, de inmediato se publicó un comunicado en el que se daban los detalles del coche de Blanca así como un número de teléfono para poder informar en el caso de que alguien lo encontrara. El coche ha aparecido en Cercedilla, aunque la familia creía que ella quería encaminarse hacia el norte. Se trata de un pueblo de Madrid que la esquiadora conoce bien, de ahí que la preocupación se haya incrementado al saber que lo último que se sabe de ella es que compró víveres en un supermercado de Pozuelo de Alarcón el pasado 29 de agosto y que su coche ha aparecido cerrado y cerca de Siete Picos, la zona más complicada del terreno y, según parece, una de las preferidas de Blanca. Mientras un impresionante operativo policial apoyado por numerosísimos voluntarios peina el terreno con la esperanza de que todo quede en un accidente, algún aprovechado empieza a “analizar” la situación personal de Blanca, que si no estaba en su mejor momento, que si el dinero, que si el amor... Y, como es lógico muchos claman al cielo ¿es que nadie se detiene en las fronteras y respeta la privacidad? Es verdad que no. Que todo el mundo parece querer saber más de la cuenta, entender lo que pasó antes de saber lo que ha pasado. Pero lo cierto es que esto solo sucede en ocasiones, por notoriedad y relevancia; las desapariciones que no la tienen, a veces pasan desapercibidas. Y son muchas, muchísimas las denuncias que recibe la policía, una cifra nada desdeñable la de las que continúan activas pasado el tiempo y unas cuantas las que se consideran de alto riesgo. Y las hay, y son bastante, que no llegan a resolverse jamás. Casi siempre, anónimas. No es que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado discriminen, es que el poder de lo mediático también pesa. Para lo bueno y para lo malo. Esperemos que en este caso, sirva para que Blanca Fernández Ochoa vuelva a casa, sana y salva.
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