Hace justo un mes le escribí recurriendo a la histórica cabecera del programa de Paco Costas. La metáfora de la segunda oportunidad me sirvió entonces para decirle que o alguien daba un volantazo a la situación, o nos la acabaríamos pegando otra vez. Hoy vuelvo ... a este mismo espacio con la constatación de que el hombre sigue siendo el único animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra. Y además, añadiría, que no hace falta un gran lapso de tiempo para repetir los errores que le llevaron a estrellarse con la primera.
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España empezó el verano despidiendo el Estado de Alarma y recorriendo un camino llamado desescalada que ha acabado en fracaso. Terminadas las fases, el virus pasó a un segundo plano y la balanza comenzó a inclinarse del lado de la economía para compensar las ruinas del confinamiento. El Gobierno se puso entonces de perfil -así sigue a día de hoy- y la mayoría de las comunidades empezaron a competir por no aparentar ser las primeras con síntomas de recaída. El primer ejemplo fue la imposición de la mascarilla. La decisión fue un goteo por territorios y los hubo que se resistieron hasta el final, como si llevarla fuera un demérito. La falta de rastreadores, el abandono de los centros de salud, los retrasos en los resultados de las pruebas, la tardanza en atajar el ocio nocturno y la laxitud con las celebraciones familiares acabaron por hacer el resto.
Las administraciones apostaron entonces por el placebo como medicina y los imprudentes lo aceptaron como tratamiento. El método es muy utilizado, sobre todo en los ensayos clínicos. Consiste en administrar una sustancia inerte como si fuera un medicamento real. El placebo en sí mismo no cura, pero sí otorga una falsa sensación de protección y en ocasiones, puede ser efectivo si la sugestión del paciente llega a ser más fuerte que la enfermedad. Esta vez, esa medicina inocua ha sido la sucesión de medidas administrativas que han acompañado la inacción de unos y la poca capacidad de acción de otros. La aparente medicina ha consistido en reducir un poco los aforos o rebajar en unas cuantas personas las reuniones sociales. Restricciones inútiles si al mismo tiempo no se le da a la Sanidad los medios suficientes para contener los brotes. Y eso no ha ocurrido.
Por eso ya estamos como siempre antes de tiempo. A la cabeza de Europa y del mundo en contagios. No ha hecho falta llegar al temido otoño para alcanzar la piedra. Esta vez, el golpe no será tan duro, porque ahora sí hay material sanitario y la profilaxis social es mucho mayor. Pero da la sensación de que no hay nadie al volante y de que nadie quiere cogerlo para no apuntarse el error de haber llegado hasta aquí. El placebo ha acabado en nocebo. Justo el efecto contrario. Y aquí estamos todos, a la espera de los efectos secundarios que vamos a padecer.
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