Si los gerifaltes de la Iglesia española (que no muchísimos párrocos) ya estaban a años luz de la sociedad, la postura mantenida la pasada semana ... por la Conferencia Episcopal ante los indultos a los golpistas catalanes ha ahondado en esta brecha. Resulta indecente y obsceno que estos señores, algunos de ellos auténticos carcamales, le den una bofetada a una parte muy importante de sus feligreses. Bien es cierto que dos prelados, concretamente los arzobispos de Oviedo y Toledo, se han manifestado en contra de la posición impuesta por el ‘indepe’ Omella y sus secuaces catalanes. Un postura cocinada en la Región díscola y que triunfó en la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española celebrada a principios de la pasada semana. Un planteamiento que posteriormente ‘vomitó’ en rueda de prensa el portavoz Luis Argüello ante la sorpresa de propios y extraños.

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¿De qué van los obispos? ¿A qué juegan? Muchas personas que profesan la fe católica están cansadas de que esta pandilla de decimonónicos se metan donde nos les llaman y ahora además salgan en defensa de una caterva de sediciosos que no se han arrepentido de sus pecados. La Iglesia no puede meterse en política desde el minuto 1. Hacerlo es provocar divisiones y soliviantar los ánimos de aquellos que van a escuchar misa porque creen en un Dios sin ideología. Pero ya que se meten, que no sean tan torpes. Durante estos días he escuchado a más de una personas asegurar que no marcará la X de la Iglesia en la Declaración de la Renta. Y otros que ya la han presentado se arrepienten de haberlo hecho. ¿Quién sale perdiendo? La impagable labor social que se sigue haciendo en muchos ámbitos. Los modestos párrocos que trabajan con pasión por la sociedad y se indignan más que nadie con los desatinos de aquellos que ‘parten el bacalao’ en las lujosas oficinas de Madrid. No estaría mal que muchos de esos sacerdotes con una mentalidad abierta, moderna y coherente lideraran una revolución. Debe generar mucha impotencia ver cómo los templos se vacían día a día y precisamente no es por culpa de ellos. Pasa algo parecido a lo que ocurre en el mundo del toro. Los grandes empresarios y las figuras pasan olímpicamente de reinventarse para ganar aficionados y salvar la Fiesta, ya que están muy cómodos en sus poltronas, y sin embargo los más modestos son los que se preocupan día a día de hacerlo.

La labor de charnego Omella al frente de la cúpula de los obispos es vergonzosa. Está empeñado en no enfadar al Gobierno de Sánchez para no perder privilegios. Tampoco olvidemos que parte de la burguesía catalana independentista es profundamente católica aunque en el fondo sean auténticos demonios con patas. Es algo similar a lo que pasó en el País Vasco en los años de ETA. Los curas amigos de la banda terrorista se contaban por decenas y eso es algo que desde Madrid jamás se atajó. No se puede estar en misa y repicando. Es patético que se hagan los dignos criticando el aborto y la eutanasia e incluso la necesaria experimentación con células madres, y luego se pongan del lado de unos golpistas reincidentes que han tenido un trato en la cárcel con el que otros presos ni sueñan. Solo hay que ver el sobrepeso que lucía esta escoria que, si alguno no se acuerda, ha robado el dinero de todos. Eso es lo que están amparando los carcomidos obispos: el robo y el delito. Espero que si mañana acude alguien a la Conferencia Episcopal con un arma a decir qué hay de lo mío, le abran la puerta con gusto y le concedan el perdón eterno.

Estos son los mismos que en pandemia clamaban por seguir metiendo a personas de riesgo en espacios cerrados como son las iglesias y que escupían mensajes poco menos que negacionistas. Ellos sabrán, pero una Iglesia comandada por estos vejestorios va cuesta abajo y sin frenos.

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