Este ojo que observa hoy mira al cielo raso en su lontananza, con esa mirada bendita que se le da como padre que es de ... Castilla y del mundo entero. Alguno puede pensar que el horno no está para cielos, pero es precisamente por ello por lo que miro embelesada su magnitud y su sabiduría. Este tiempo de atrás su color era negro, tremendamente negro para una humanidad encerrada, desolada y atenazada por el miedo. Pero a pesar de su negrura, agricultores y ganaderos permanecieron en sus campos, sin estado de alerta que valiera, porque el campo no sabe de las cosas de los hombres, pues él avanza el camino hacia su destino con otro son, con otra sapiencia, con otro ritmo, con otra alma...
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Mientras el cielo de los hombres era negro, el del campo regaba la tierra para las cosechas y llenaba de verde los pastos para un ganado que, cuidado por el hombre del campo, disfrutaba de una primavera no recordada por los más viejos de muchos lugares.
Cuando nosotros nos moríamos a millares, el cielo de los campos iluminaba otras vidas, las de los animales y los vegetales, que crecían y vivían ajenos a nuestra negra desdicha.
Hombres valientes subidos a tractores, fumigando, cuidando las tierras; ganaderos abnegados que no han dejado de atender a sus cabañas, limpiando, dando de comer, haciendo sus labores diarias, porque el campo jamás para. Su cielo no sabe de pandemias, ni de vacaciones, ni de nada que no sea el puro y duro ciclo vital.
Ganaderos y agricultores, agricultores y ganaderos, hombres y mujeres del mundo rural, seguimos olvidados en un país que sigue mirando a un ombligo equivocado, que no reconoce que de nuestros esfuerzos y sacrificios, salen los recursos del alimento humano.
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Nuestro cielo tiene un color especial y si se supieran aprovechar las lecciones que nos ha dejado este cielo negro de la humanidad, nuestro medio rural podría volver a ocupar un lugar de dignidad entre todo el sistema productivo. Hemos visto lo que realmente es importante en la vida, hemos aprendido la dificultad de vivir en pocos metros cuadrados, hemos aprendido que podemos hacer muchas cosas desde nuestras propias casas: trabajar, comprar, producir...pero nos faltaba el aire, la tierra que pisar, el cielo que mirar.
Pero en este sector hemos sentido la impotencia de no tener mejor internet, mejores comunicaciones, mejores infraestructuras, más médicos, más farmacias, más servicios... ¿vamos a volver a perder otro tren más? Nuestro cielo no es negro, pero nos lo hacen negro. Es cierto que lo importante es vivir, pero no de cualquier manera.
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Nuestro sector no puede ni es justo que siga quedándose fuera de los recursos que se van a dar a otros sectores productivos. En la economía del país, nuestro sector no sólo es estratégico por su producción, sino por su estilo de vida con una idiosincrasia que debería ser patrimonio de la humanidad.
El cielo del campo es azul, pero ¿van y vamos a permitir que nos cambien el azul por un negro que no nos merecemos?
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