No sé cómo habrán recibido ustedes la noticia de que el 28 de abril celebramos —otra vez— elecciones generales. Si con alegría, indiferencia, desespero o ... resignación. Todas caben. Porque quienes desean renovar al inquilino de la Moncloa tienen aquí otra oportunidad. Pero a mí, déjenme confesarles que el asunto me desespera un poco en lo personal.
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Digo personal y no laboralmente; porque en lo laboral, todas las elecciones nos traen a los periodistas una suerte de “regalo de Reyes”. Una época de “vacas gordas” en la que nos invade el exceso de información y el trabajo más arduo es el de filtrar lo que sobra. De repente, los políticos están encantados de hacernos declaraciones. En cualquier momento y a cualquier hora, el caso es ocupar minutos en televisión o páginas en prensa escrita. Hay que figurar. Y para nosotros, los “plumillas” que disfrutamos contando noticias de última hora y narrando en directo la emoción de una noche electoral, esto se convierte en una charca a la que nos lanzamos en masa, como lechones preparados para el disfrute. Desgranamos sondeos como quien lee el oráculo y nos peleamos por llevar a nuestros programas a los candidatos más populares. Quien consiga celebrar un debate con todos antes que la competencia, incluso siente que le ha tocado la lotería. Ya ven con qué poco somos felices.
Pero luego está mi “yo ciudadano”, mi “yo persona”. El que sufre la necesidad de que le asfalten la calle, la falta de plazas en las guarderías o las listas de espera en la Sanidad. Y me invade la desesperanza. Porque necesitamos un gobierno estable y no sé si otras elecciones nos van a sacar del agujero en el que andamos metidos con un parlamento tan fragmentado y tan incapaz de llegar a acuerdos.
Les confieso que yo recibí la irrupción de los nuevos partidos con interés y quizá también con inocencia. Creí que su llegada al tablero de juego sería un revulsivo para los veteranos, que traerían aire fresco y propuestas nuevas. Que se acabaría la política “de amiguetes”. Y no tengo muy claro que nada de eso haya ocurrido. Sí ha crecido otra política: la del “y tú más”. Esa cuyo único objetivo está en lanzarse dardos sin intención real de dialogar o solucionar problemas. Hoy, ya en precampaña, algunos han empezado por prometer que no harán pactos€ No hay más ciego que el que no quiere ver. Puestos a repetir elecciones, y teniendo en cuenta que el 26 de mayo celebramos las autonómicas, municipales y europeas, ya podíamos haberlas juntado con las generales y ahorrarnos unos cuantos millones entre colegios y personal. Pero Isabel Celaá dice que “tanta urna sería mucha complejidad” para el ciudadano. Habrá olvidado la ministra que en los últimos años nos hemos hecho más que expertos en elecciones. Que tenemos un máster. Que somos ya votantes profesionales.
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