Comienzo 2023 como acabé 2022: asustado, escandalizado; no doy crédito. Como los del gluten y la lactosa, yo también exijo mi derecho a ser intolerante, ... y elijo serlo al destrozo social provocado por el imbécil, me da igual diagnosticado o no. El imbécil se ha convertido en nuestro peor enemigo y el de los colegios electorales. Y no se fíen de las apariencias, si el diablo viste de Prada, imaginemos a los simples mortales...
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Pero Dios al rescate, al menos al mío, porque siempre me hace lo mismo, qué tío: aprieta, pero no ahoga, le encanta. Por un lado, me llega el nuevo libro de Monocle, “Cincuenta ensayos para un futuro más brillante”, que es toda una declaración de intenciones contra el suicidio teórico. Hago míos esos cincuenta ensayos, pero no lo veo. Presuntos Implicados lo advirtió: cómo hemos cambiado. Dudo mucho, sí, que el futuro vuelva a ser más brillante, por mucho que mi biblia Monocle lo pregone a los cuatro vientos desde Londres.
Por otro lado, el año nuevo me trae la despedida de Pedro González-Trevijano como presidente del Tribunal Constitucional con un valiente -aunque a destiempo- discurso en el que puso los puntos sobre la íes al desbarre político que padecemos desde hace ya varias legislaturas y, sobre todo, en la presente, la legislatura del Mal.
Trevijano me sorprendió con sus duras palabras, fruto no del conocimiento jurídico sino del necesario sentido común que debe imperar en el fontanero -figura en extinción- y en el legislador -figura ya extinguida- .
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Ahora que la izquierda ha tomado por la fuerza el Constitucional, las palabras del ya ex presidente cobran un poder nuclear sobre las “falsarias dicotomías entre conservadores y progresistas”. No es nuevo: basta de jueces políticos, que se pongan a trabajar en la obra y dejen la judicatura. Basta de jueces para la democracia, que la democracia somos nosotros... El juez es juez, ni rey ni Dios: la Ley y su conciencia. Basta ya de corrupción judicial, de fiestas de Moët y de posicionamientos que solo hacen que la ciudadanía sienta temor ante los juzgados: mejor un mal acuerdo que un buen juicio.
Basta de Justicia sectaria, qué miedo. Lean a Trevijano -aunque a destiempo- sobre la “hipertrofia de legislar a golpe de decretos-leyes”, en otras palabras, de hacer de la Constitución inconstitucional, aprovechando además que las nuevas generaciones no saben qué significa la Constitución.
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