Es San Patricio, referencia que siempre me recuerda ese pasado común de irlandeses y salmantinos, que comenzó en 1592 con Felipe II solicitando de la ... Universidad de Salamanca y el Concejo hospitalidad para irlandeses católicos perseguidos por razones religiosas. Una relación que ha dejado en nuestra toponimia la Plaza de los Irlandeses y la calle de San Patricio, y dio al Colegio del Arzobispo Fonseca el nombre de Colegio de Nobles Irlandeses, de donde salió el virus del fútbol a principios del siglo pasado, que acabó inoculado en la población sin necesidad de un murciélago intermediario. Esa relación continúa hoy con los irlandeses “erasmus” que vienen a Salamanca y los aprendices de inglés que peregrinan a Dublín. Día de “guiness”, estofado de carne, música celta y rugby. Tarde de pub.

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Llega este San Patricio salmantino con la política alborotada. Muy alborotada. Hasta Tamara Falcó ha entrado en campaña preocupada no por la coleta de Pablo Iglesias, ha dicho en Vanity Fair, sino por la financiación de su partido. Una coleta –ella dice moño—que le da al de Galapagar aire de actor de Akira Kurosawa y un elemento diferenciador junto a su autoestima, bien conocida por la diputada regional madrileña Mónica García, que le ha puesto en su sitio. Entra en la campaña electoral de Madrid para salvar a la capital de los afanes y afines de Isabel Díaz Ayuso, que ha convocado elecciones con el mismo fin: salvar a Madrid de Iglesias. Y todo ello cuando todos estamos pensando en salvar el verano. La televisión ha emitido imágenes de Isabel y Pablo de tertulia hace algunos años y los cambios son más evidentes en ella. Ambos compartían conversación, anhelos por asaltar sus respectivos cielos y cumpleaños el mismo día. Asaltar los cielos desde Madrid es lo propio: de Madrid, al cielo. Pero todos nos preguntamos qué ha sido de aquel buen rollito.

En las vísperas de los quinientos años del episodio comunero está de actualidad el libro “Comuneros: el rayo y la semilla”, que ha escrito Miguel Martínez, profesor en la Universidad de Chicago. Espléndido libro. En él habla de cómo aquellos comuneros también intentaron asaltar los cielos para evitar el saqueo de los que venían con el emperador Carlos I, padre de Felipe II. No fue una revuelta sino una auténtica revolución parcialmente frustrada. Salamanca estuvo en aquella revolución y algunos lo pagaron caro, y cuando Unamuno proclama la II República desde el balcón municipal cita a los comuneros; para entonces, uno de los líderes de aquella revuelta, Maldonado, tiene busto en la Plaza de los Bandos, muy cerca de la casa donde matrimonia el príncipe Felipe, después Felipe II. Décadas después, aquel Maldonado fue exiliado al Alto del Rollo. ¿Es mucho pedir su regreso en tan señalado aniversario? En fin, dentro de un mes estaremos recordando aquella revolución y habría que incluir entonces al profesor José Luis Martín Rodríguez, que fue profesor y un gran divulgador de la revolución comunera. Buen momento para la relectura de la obra comunera de Joseph Pérez; el relato de aquel comunero exiliado, Bernardino de Valbuena, revelado por el profesor Tomás López, y la novela “La cuarta loba” de José Luis Sánchez Iglesias, además de escuchar esa ópera comunera de Igor Escudero, que se estrenará en octubre en Salamanca. Y así como hoy ponemos en valor con la memoria el vínculo irlandés, quizás el episodio comunero sea un anabolizante de nuestra autoestima como Comunidad. No llegaremos a la de Iglesias, pero bueno...

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