Es lo que hay desde hace ocho siglos. Por un lado, está esa ciudad que es la “madre de las ciencias, archivo de las habilidades ... y tesorera de los ingenios”, y por otro una parte de sus habitantes, “gente moza, antojadiza, arrojada, libre, aficionada, gastadora, discreta, diabólica y de humor”. Son palabras de la Tía Fingida, o sea, de Miguel de Cervantes, que doy por seguro que anduvo por estas calles y por eso decía lo que decía. Y si no, estuvo bien asesorado, como le pasó a Galdós con Ventura Ruíz Aguilera, que le detalló la Salamanca de la Batalla de los Arapiles. Bien, a lo que vamos. Mientras la madre de las ciencias intenta sacarnos del coronavirus, la gente moza va a su aire desoyendo a la ciencia, poniéndose en riesgo y poniéndonos a todos. De noche y de día. Un paseo por el Campus horroriza tanto como un vistazo a las redes sociales en las que los estudiantes publicitan su vida. De verdad se lo digo: estamos vivos de milagro. Aquí también podríamos decir algo de los locales de ocio nocturno. No sé si doblegaremos o no a la curva, pero sí que nos va a costar mucho esfuerzo y seguramente varias vidas. Es lo que hay. La Selectividad ni certifica ni garantiza madurez para entrar en la Universidad, y cursar en ella tampoco da sensatez, como se ve a diario. Serán las hormonas. La tontería de la edad o yo qué sé.

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En el Corrillo se colocaron esas frases de la Tía Fingida para advertirnos de dónde estamos. Era, también, una advertencia de la “Tía” a su “sobrina”. No podemos decir que no estábamos avisados. Cuando los puentes festivos lo eran de verdad el Corrillo era un embudo y costaba pasar por el arco de San Martín, donde Remigio González, Adares, hacía guardia con su poesía tremenda. Hoy su recuerdo es de bronce un poco más allá. Alguien, por cierto, debería retirar ya el cartelón de obra de la fachada de San Martín por razones estéticas y de respeto al arte y la historia. De momento, ese puente festivo al que vamos parece que ni fu ni fa con Madrid enchiquerado y otras ciudades bajo amenaza de encierro. O sea, puente caserito.

Disfrutemos de Salamanca en plan turista como lo hizo Pedro Antonio de Alarcón hace, exactamente, 143 años. Vino de Madrid, como lo hizo años más tarde, en 1913, Victoria Adrados, que se nos murió hace cincuenta habiendo dedicado su vida a la protección de los escolares salmantinos, especialmente de las niñas. Estuvo en la inauguración del colegio que se le dedicó en la calle Arapiles, que se ha convertido en centro de convivencia de mayores bajo la alcaldía de Carlos García Carbayo. No ha llegado su hijo, Francisco Rodríguez Adrados, al aniversario de su madre. Lástima. Ya tenemos claro que cuando Madrid estornuda aquí pillamos una pulmonía y comienzan los cuidados intensivos

Supongo que vendrá de Madrid nuestra Fátima Miranda, que mañana da una conferencia en la Casa de las Conchas y el sábado, un concierto. Todavía me sorprende hablar de Fátima Miranda por su prodigiosa voz viendo sus libros de urbanismo y arquitectura, pero la vida es así; parafraseando a Forrest Gump -más bien a su madre-la vida es una caja de bombones y nunca sabe el que te va a tocar. Quién le iba a decir a Fátima en las aulas universitarias que la voz sería su vida. Quién nos iba a decir a todos que estaríamos así. En fin.

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