La teoría de la relatividad de Einstein es el comodín perfecto para según qué situaciones en las que el tiempo necesita de encogerse o estirarse. ... Porque una hora no siempre son sesenta minutos y cien años no son siempre un siglo, y testigo de ello son estas páginas que está leyendo.

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La vida de esta Gaceta centenaria es la suma de todas las vivencias contadas, de todas las emociones provocadas, de las lágrimas derramadas y las sonrisas arrancadas, de las dudas generadas y las soluciones aportadas. Un periódico es todo eso y mucho más.

Es la historia de sus cronistas, el tatuaje de su linotipia o el sudor de sus gacetilleros. Un periódico local es la biblia del día a día, con su ritual propio.

Los desayunos no saben igual sin olor a tinta fresca, esa que sigue pintando los dedos enjugados por la grasa de un churro dominguero.

Los lunes son vulgares sin la crónica de tu equipo y algunos se sentirían huérfanos sin sus esquelas o sus pasatiempos. Eso también es un periódico.

Y mientras el mundo va y viene en una marejada eterna que torna en tempestad día sí y día también, hay un faro, en pie, que sigue alumbrando noche tras noche, durante cien años y seguro que cien más.

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Se reinventará y mutará en lo que sea necesario pero que nadie ponga en duda que los periódicos sobrevivirán a esta ola tecnológica que nos está pegando un buen revolcón. Son necesarios y quizá ahora más que nunca.

Ante la avalancha de mensajes sin filtro y cargados de intención que nos bombardean a diario desde las redes sociales, es imprescindible la criba que ejercen los profesionales de una redacción, la titánica tarea de separar polvo y paja para quedarse con lo más nutritivo y dárselo masticado a sus lectores.

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Sin más pretensiones que la de informar. La credibilidad que se ha forjado con los años, legada de maestros a discípulos en cantinas de grifo fácil y humo perenne.

El cuidado por el detalle, conscientes de que una vez impreso, el error escuece hasta lo más hondo porque se queda para siempre. Así aprendimos todos a amar y odiar el periodismo.

Así que permítanme que aparque por un día las batallas políticas de las que andamos sobrados en esta tierra para felicitar a mis compañeros de La Gaceta por sus cien años.

Rezuman ese porte nobiliario que otorga la historia y la lozanía que imprime la vocación.

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Y ahora, con permiso, les dejo que lean el periódico a su gusto y me voy a dar un baño, que estamos en plena ola de calor. Lo he leído hoy en La Gaceta.

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