... Algo suyo se quema, señor conde”. No recuerdo quién fue el humorista gráfico que ilustraba la frase con la panorámica de un paisaje yermo, ... esquilmado por los incendios. Esos que ahora ya no solo afectan a las posesiones del aristócrata latifundista, sino al común de vecinos, a sus bienes y enseres, a sus aperos y ganados, incluso a sus hogares convertidos en escombros y cenizas. Siempre ha habido fuegos. Recuerdo haber viajado por Galicia hace casi cincuenta años y ver columnas de humo salpicando el paisaje, y a la Guardia Civil entrando en las tabernas de las aldeas para sacar a los hombres y obligarles a subir al monte con palas y azadones como bomberos improvisados. Puestos a recordar, me acuerdo de que, en mi pueblo en concreto, al sospechoso de haber prendido fuego al monte, se lo llevaba la pareja a un lugar en las afueras, junto al río, y le aplicaba una buena somanta. Claro, eran otros tiempos en los que nadie piaba ni osaba cuestionar los expeditivos métodos de la Benemérita rural.

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Las voces razonables de las gentes del campo siguen insistiendo en la conveniencia de mantener los bosques limpios de maleza mediante el secular procedimiento del ganado extensivo, preferentemente ovejas y cabras. Pero los rumiantes están en decadencia, porque no compensa su mantenimiento. Los viejos pastores que se jubilan venden el rebaño, que acaba en carne de matadero. Por más escuelas de pastores que se creen, son escasos los jóvenes que aspiran a tener su propia cabaña ganadera. Total, para que se la acabe matando el lobo, que campa a sus anchas y ataca donde le parece ante la pasividad de esas autoridades animalistas y ecologistas que, por mucho halo de buenismo brillando sobre las huecas calabazas que llevan por cabeza, no saben distinguir una oveja de una cabra o creen que eso que le cuelga al cabrón entre las patas traseras son las tetas.

¿Para qué queremos tanto político inútil y mediasbragas, necesitados de asesores que le sujeten el canuto con el que han de hacer la “o”? Otros, que no son políticos propiamente dichos, tienen ideas y las ponen en práctica en sus respectivos ámbitos de actuación. El alcalde de Morille limpia los cauces y sendas como toda la vida: con ovejas, cabras y burros de probada solvencia a la hora de eliminar hierbajos. Varios alcaldes, con dos dedos de frente, se han pronunciado acerca de la conveniencia de recurrir al ganado, preferentemente cabras, para limpiar la maleza. Manuel Ambrosio también han incorporado gallinas negras castellanas. De este modo natural, ecológico y a todas luces sostenible, se evitarán incendios en el pueblo y sus alrededores. Y si por desgracia surgiera alguno imprevisto, siempre queda el consuelo de tener a mano pollos a l’ast para la celebración de un festejo comunal.

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