Se trata de la Selección Española de Fútbol, que ahora dirige un asturiano, que parece más catalán que Puyol, Luis Enrique Martínez. El arrogante seleccionador, ... que en actitud y modales linda la chulería, afronta mañana contra Suecia la clasificación para el próximo Campeonato del Mundo. Y se ha permitido el lujo de no seleccionar a ningún jugador del Real Madrid, dicen que el mejor club del mundo y actual líder de la Liga española. ¡Ninguno!, siendo una lista posible de 26 jugadores. El exmadridista Ramos, el mejor defensa central del mundo, padece una lesión temporal, ¿pero otros merengues como Nacho, Asensio, Carvajal...?. Por el contrario, ha elegido tres jugadores del Barça, de esos que miran para otro lado mientras suena el himno de España, y ni se les ocurre besar el escudo de la camiseta cuando marcan (gesto que hacen entusiasmados jugando con la del Barça, “más que un club”, el club de la republiqueta a la que aspiran). Fue menos cínico aquel indecente Oleguer que llegó a apoyar la huelga de hambre del etarra Josu Ternera (25 crímenes), pero tenía la “decencia” de pedir que no le seleccionaran, que rechazaba España.

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La sorpresa podría quedar como un capricho personal difícilmente entendible. Pero seguidamente Luis Enrique ha manifestado: “Me encantaría que Pep Guardiola fuera seleccionador de España. Sería perfecto ver bajo su impronta a la Selección. No creo que España pudiera tener mejor seleccionador”. Para mear y no echar gota. Querer como heredero en la Selección a un hijo y nieto de charnegos que podía ser familia de los Guardiola ganaderos de bravo, pero es de familia de inmigrantes modestos (que familiarmente le llaman José), está muy bien, pero hay charnegos que son más independentistas que la burguesía catalana (acuérdense de Rufián); que vistió 47 veces la elástica española porque “la pela es la pela”; pero que apoyó públicamente el procés de independencia, proclamó que no habían cometido delito alguno, los visitó en la cárcel de Lledoners y exigió su liberación; y que exhibe frecuentemente un lazo, camiseta o sudadera amarillas, por cuya propaganda política obvia ha sido sancionado varias veces en Inglaterra. Este separata, ¡seleccionador nacional de España!, manda güevos. Que espere a que le nombren entrenador nacional de la República Independiente de Cataluña.

Todos los jugadores, cuando fichan, profesan un amor a los colores del club que dicen imperecedero -y la afición se lo traga-, hasta que llega otro club con más pasta. Algo parecido sucede con la mayoría de los entrenadores, que también suelen ser mercenarios. Pero representar a España es mucho más importante y más serio que el mercado del espectáculo futbolístico. Es creer en nuestra patria y respetar su himno y su bandera. Y si no, ¡puerta!

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